Tras la confirmación de la victoria de Mursi, la organización islamista, aseguró el comienzo de "una nueva era para Egipto y para el mundo árabe" y señaló que ya comenzaron las conversaciones para formar su equipo presidencial y un nuevo Ejecutivo que represente "el espíritu de la revolución".

"Al tiempo que los egipcios celebran su libertad, rendimos tributo especial a los mártires de la gran revolución egipcia: su sangre no se derramó en vano", añadieron, en memoria de los más de 850 muertos y más de 6.400 heridos por la represión de las fuerzas de seguridad durante las protestas.

Al momento de conocerse el resultado oficial, decenas de miles de personas, que estaban congregadas en la plaza Tahrir, recibieron con gritos y una explosión de júbilo la designación de Mursi. Los congregados aprovecharon para exigir el fin del dominio militar sobre la política egipcia, control que asumieron tras el derrocamiento de Mubarak, y que aumentaron en los últimos días con la promulgación de un anexo a la Declaración Constitución del país.

Momentos después del anuncio de la Comisión Electoral, el presidente electo renunció a su militancia en los Hermanos Musulmanes, como había prometido que haría si conseguía la victoria. Luego de asumir, Mursi no contará con los amplios poderes de sus predecesores, tras las medidas adoptadas por la Junta Militar, que recortaron ampliamente sus competencias con la promulgación del anexo.

En la práctica, el nuevo mandatario no podrá ordenar la intervención del Ejército sin la aprobación de los militares y tampoco podrá decidir sobre su personal ni su presupuesto. De todas maneras, la cúpula militar anunció su intención de entregar el poder a Mursi, cuyo nombramiento acerca el paso del poder a un gobierno civil, tras más de 16 meses en manos de los militares.