Gonella resaltó que el hecho de poner en escena los delitos contra la integridad sexual -tal como figuran en la causa Acosta- "tiene que ver con la necesidad de hacer visible que, durante el terrorismo de Estado, también se echaba mano a este tipo de prácticas para la destrucción psíquica y la afectación de la dignidad de las personas".

Durante una entrevista con la agencia oficial Télam, el fiscal agregó que los abusos sexuales "no sólo los tenemos detectados contra mujeres sino también contra hombres", y advirtió que no es fácil avanzar en la investigación porque "son delitos de acción privada que necesitan de la denuncia de la víctima" para promover la tarea investigativa. "Son temas de mucha sensibilidad y de muchos prejuicios, pero estoy convencido que durante el debate van a aparecer nuevos hechos de estas características y la Fiscalía va a definir qué temperamento seguir. Lo importante es que los hechos con connotaciones de género ya forman parte de la acusación concreta", destacó.

Delia Gálara, una sobreviviente del mayor campo de concentración de la provincia mediterránea, quien recuperó la libertad en abril de 1983, relató que tenía 19 años y 23 días de casada cuando fue "secuestrada por al patota del D2" (Departamento Informaciones de la policía provincial) y fue testigo de actos de ultrajes, abusos y violaciones en los distintos centros clandestinos de detención por los que pasó. "No solo eran dueños de la integridad sexual de las personas. Eran dueños de la vida de las personas. Todo les pertenecía y podían hacer con ellas lo que querían a partir de la impunidad", manifestó Gálara, quien añadió que los represores "disfrutaban y gozaban de cada vejación, con cada acción violenta de desnudez, de manoseo y de violación".