13:41 › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Macri dio a entender que la ley contra los despidos es una ley “k”. El jefe del radicalismo, el santafesino José Corral, siguió el guión PRO y dijo que la ley contra los despidos “esconde intereses políticos del kirchnerismo”. En el massismo molestó la maniobra del PRO, porque no querían darle todo el mérito al kirchnerismo de un proyecto que es reclamado por todos los sectores del movimiento obrero. Si algún hecho pone de manifiesto el nuevo desequilibrio es este proyecto de ley. Las fuertes presiones de los sectores empresarios que están representados por sus entidades patronales y por el gobierno de un lado, y en el otro la presión de todo el movimiento obrero.
El resultado de este juego de presiones fue que todo el día de ayer, mientras los voceros del massismo juraban que votarían la ley en la sesión especial del jueves, algunas agencias afirmaban que el massismo había decidido obstaculizar el debate y le quitaría quórum a la sesión especial para tratar este proyecto que ya fue aprobado en el Senado. El mismo Macri, que habla todos los días en la cadena de radio y televisión privada, hizo un discurso destinado casi exclusivamente a presionar a Sergio Massa. Para ellos Massa es el flanco más débil de la oposición y además estaba siendo fuertemente presionado por el sector empresario. Mientras el massismo se hacía rogar, el PRO retenía el proyecto aprobado en el Senado y usaba todo tipo de estratagemas y chicanas para demorar el trámite hasta que se pudiera convencer a los massistas, en cuyas filas milita Facundo Moyano, hijo de Hugo, el orador principal del masivo acto de los trabajadores que se hizo el viernes para respaldar el proyecto de ley. Dentro del massismo se producían esos tironeos a favor y en contra desde que se empezó a discutir el proyecto.
En el kirchnerismo también hubo tironeos. Aunque todos estaban a favor de una ley antidespidos, los sectores más duros querían que la emergencia ocupacional se extendiera hasta fin del 2017 y fuera retroactiva a marzo. El proyecto en discusión es más suave, tiene salvaguardas para las pymes y los tiempos son muy acotados y sin retroactividad.
De todos modos, el peso de las grandes empresas es tan dominante en el gobierno que entre los dos (el gobierno sumado al poder económico) desequilibran todo el escenario socioeconómico y ponen en un lugar muy desprotegido a los sectores del trabajo. Este gobierno juega claramente de un lado. Es lo único que explica tarifazos que convierten al gas y la nafta argentinos en los más caros de la región.
El discurso de la unidad es esencialmente hipócrita en el PRO porque toma partido claramente por el sector de la economía más concentrada. Hace marxismo de manual, pero desde los patrones y no desde los trabajadores. En cinco meses de gestión han sido todas pálidas para los trabajadores y beneficios para las grandes patronales rurales, de la industria y de los bancos. Aunque la economía está cayendo en picada y los trabajadores han perdido parte de su salario, esos sectores obtuvieron fuertes ganancias.
Todo lo que ha hecho este gobierno parece decidido para dividir entre “k” y anti “k”, pero sobre todo entre ricos y pobres. Cada frase está orientada sobre esos dos antagonismos. Los perros oliendo unos bolsones que supuestamente deberían haber tenido billetes más la pileta de su casa bastan para sentenciar a Milagro Sala por corrupción. Pero si el empresario presidente y medio gabinete tienen empresas fantasmas offshore que se usan para evadir impuestos, eso es “una práctica común de las empresas”. Igual que cuando aparece el otro medio gabinete especulando con el dólar a futuro cuando algunos de ellos participaron en la decisión de devaluar. Eso tampoco es corrupción para el oficialismo y sus medios de comunicación simplemente porque la realizan gerentes y empresarios.
Cuando Macri se declara sorprendido porque lo acusan de favorecer a los ricos, su discurso no es creíble. Es el punto más débil del macrismo porque se asienta sobre una realidad que lo contradice por las medidas que ha tomado y por la realidad que han generado. Cuando trata de hacer demagogia, son tan ínfimas las migajitas que ofrece –créditos de 15 mil pesos para vivienda–, que confirman la idea de que su mirada es de rico. En la calle esa realidad está sintetizada en una frase espontánea, que nadie inventó y que surgió de la gente: es “un gobierno de los ricos”.
La negativa de Macri a reconocer la existencia de una oleada de despidos masivos en la administración pública y en el ámbito privado, en vez de convencer confirma la impresión de que no le importan los despidos. Lo mismo cuando dice que la ley antidespidos no funcionó en 2002. Hay una sensación extendida de inseguridad laboral por los despidos, y los argentinos tienen memoria que el desempleo empezó a bajar a partir del 2002. Ese discurso del oficialismo es un boomerang.
En general, todo el discurso del oficialismo sobre el trabajo demuestra desconocimiento del universo de los trabajadores. Incluso cuando quiere adornarlo, no lo plantea como una necesidad primaria del ser humano, constituyente de la persona y su mundo, sino como una cuestión de elección, o de gustos. Por un lado dice que no hay oleada de despidos y por el otro dice que hay que terminar con el trabajo inútil. Niega que haya despidos y niega la necesidad de una ley que los frene. Pero después dice que los despidos no se frenan a partir de una ley. Si la oleada de despidos no existe por qué tanto lío por una ley que no puede frenar algo que no existe. Tanta negativa a esta ley da miedo porque revela un horizonte de despidos y desocupación.
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