El primer ministro turco, Binali Yildirim, aseguró que los "cobardes" que intentaron concretar un golpe de Estado en ese país "recibirán la pena que merecen". El gobierno de Ankara, además, pidió a Estados Unidos la extradición del opositor imán turco Fethüllah Gülen, a quien acusa de estar detrás de esta iniciativa sangrienta, aunque él lo niega tajantemente y solicitó a Grecia la extradición de ocho golpistas que huyeron en un helicóptero en la retirada del ejército rebelde.

La mayoría de los enfrentamientos entre los insurrectos y los ciudadanos que salieron a las calles tuvieron lugar en la capital Ankara y la ciudad de Estambul. El saldo fue de 265 muertos, casi 2 mil heridos, 2800 soldados rebeldes detenidos y 2745 jueces destituidos.

Sin embargo, la tensión seguía latente. Estados Unidos anunció que el acceso a la base de Incirlik (este) estaba cerrado, por lo que se suspendieron las operaciones aéreas contra el grupo Estado Islámico. La coalición internacional utiliza esta base para sus operaciones contra los jihadistas en Siria.

Las unidades militares estadounidenses en Turquía recibieron además la orden de tomar medidas de protección máxima. Muchos oficiales castrenses se desmarcaron por la noche de los golpistas, denunciaron "un acto ilegal" y llamaron a los insurrectos a volver a los cuarteles.

Por la mañana, el comandante del tercer Ejército, general Erdal Ozturk, fue arrestado por su presunta participación en el intento de golpe de Estado. Lo mismo ocurrió con el juez de la Corte Constitucional, la más alta instancia legal en Turquía, Alparslan Altan. Un poco antes, las autoridades judiciales habían anunciado que 2745 jueces en todo el país habían dimitido tras la intentona golpista.

Ankara considera que Gülen, exiliado en Estados Unidos, encabeza una organización terrorista". El secretario de Estado norteamericano John Kerry instó a Ankara a presentar pruebas contra Gülen, al tiempo que se ofreció a ayudarle en la investigación sobre la intentona golpista.