16:01 › OPINION
Por Carolina Gaillard *
Actualmente se encuentran en discusión los fundamentos que sostienen hace más de 50 años la guerra contra las drogas. Se interpelan, desde sus propósitos e intereses, los criterios de elegibilidad de las sustancias hasta la prohibición de la hoja de coca en un contexto de consumo legal pero excesivo de alcohol, creciente medicalización, aumento del crimen organizado liderado por el narcotráfico, y mayor prescripción médica de ansiolíticos. En fin, una serie de cuestiones que hoy representan más un fracaso que una batalla ganada en materia sanitaria, económica y geopolítica.
Si bien la planta de cannabis se encuentra incluida en la lista de sustancias prohibidas de la Convención Internacional de Estupefacientes de 1961 de las Naciones Unidas, debemos indicar también que en el preámbulo de la misma se establece un límite al prohibicionismo reconociendo que “el uso médico de los estupefacientes continuará siendo indispensable para mitigar el dolor y que deben adoptarse las medidas necesarias para garantizar la disponibilidad de estupefacientes con tal fin”.
El cannabis es una sustancia que posee efectos terapéuticos benévolos que han sido comprobados tanto por los usuarios y sus familias, como por profesionales y expertos. Hoy nos encontramos trabajando sobre la regulación del cannabis con fines medicinales, cuyos beneficios que se han descubierto en las últimas décadas, y desde la sociedad civil y la comunidad científica se viene promoviendo la reconsideración de su situación legal. Es parte de nuestro deber dar cuenta de las necesidades y poner en tema las discusiones que se están dando en nuestra población. Se trata de explorar y aprovechar el uso medicinal de una planta que puede sencillamente crecer en una maceta y aliviar el dolor de muchas personas.
En la última década, en gran parte de los países europeos, en la mitad de los estados de Estados Unidos y en algunos países latinoamericanos –Uruguay, Chile y Colombia– se ha iniciado la experiencia de despenalización del uso medicinal de cannabis. En este contexto, se están desarrollando investigaciones y ensayos clínicos que permitan reconocer las ventajas y desventajas del uso de esta sustancia en enfermedades y síndromes como alzheimer, esclerosis múltiple, cáncer, epilepsias refractarias, fibromialgia, hepatitis, VIH, artritis reumatoidea, entre otras.
La legalización para el uso medicinal es un avance cierto en términos de salud que queda hoy postergado por una ley que data de hace cinco décadas e imposibilita que niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos puedan tener una mejor calidad de vida por tratarse de un delito.
El relato de las madres acerca de los beneficios y los cambios positivos que tuvo la administración de aceite de cannabis en sus hijos no puede quedar únicamente en una versión taquigráfica. Las madres nos cuentan que sus hijos dejaron de convulsivar, que comenzaron a vivir una vida más digna y que lo más peligroso que tiene hoy la utilización de la sustancia es que la justicia considere que se está cometiendo un delito y las encarcele por ayudar a curar a sus hijos e intentar darles una vida mejor.
Argentina se encuentra hoy discutiendo si garantizar o no el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud y a recibir la alternativa terapéutica más conveniente para optimizar el bienestar de las personas con los menores efectos adversos posibles. Entendemos que las decisiones políticas no deben ir en contra de la comunidad, sino acompañando y avanzando en la ampliación de derechos.
* Diputada nacional (FpV-Entre Ríos).
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