Sáb 06.08.2016

20:30  › PANORAMA ECONOMICO

Rosario

Por David Cufré

“El año pasado tocamos tres veces los precios de la carta. Este año ya van siete. Tuvimos que aumentar todos los meses porque no podemos absorber la suba de costos. Los calamares aumentaron 300 por ciento, la carne 50 por ciento, el queso 100 por ciento, el aceite 80 por ciento. Nosotros consumimos 800 litros de aceite por mes. El menú ejecutivo, que estaba entre 50 y 60 pesos, ahora está 120. Y no lo ponemos más caro porque no va a venir nadie, pero la verdad que el margen es cero. El año pasado los gastronómicos no teníamos menos de 8 o 10 por ciento de ganancia. Hoy no se están cubriendo los costos. Negocios grandes como el nuestro, que tenemos más espalda y podemos generar mayor flujo, la vamos peleando, pero para los restaurantes o bares más chicos es muy difícil. En Pellegrini (avenida céntrica de Rosario, con un importante polo gastronómico) ya cerraron Bao Baps y Méxicas. Capri, un restaurante tradicional de la ciudad, especializado en pastas, con más de cincuenta años, tuvo que cerrar. A mí ya me ofrecieron cinco negocios, lugares que son referentes, que me dejan el fondo de comercio regalado porque no pueden seguir, no pueden sostener la estructura. Estoy hablando de lugares grandes, negocios que uno nunca pensó que pudieran cerrar o ponerse a la venta. Y fuera del centro la situación es mucho más grave. Desde que empezó el año todos los meses estamos 15 o 20 por ciento abajo en las ventas en comparación con 2015”. El testimonio es de Leo Santero, responsable del restaurante El Gran Chopp de Rosario, un lugar muy conocido en la ciudad. Califica la situación económica para el sector gastronómico de terremoto. “La factura eléctrica nos aumentó 100 por ciento, el agua 100 por ciento y los impuestos municipales 50 por ciento. Si la Justicia llega a reponer la suba de las tarifas son muchos los que no van a poder aguantar”.

La crisis que desató el gobierno de Mauricio Macri con el levantamiento del “cepo” cambiario, que derivó en una devaluación abrupta, la quita de retenciones a los alimentos, los despidos en el sector público, luego multiplicados en el sector privado, la apertura importadora, los aumentos de luz, gas, agua y transporte, la paralización de la obra pública, la modificación de los créditos Procrear, el aumento de las tasas de interés, la cancelación de programas de apoyo crediticio a la producción, el desmantelamiento de los controles a la formación de precios, el achicamiento a menos de la mitad del plan Repro, y el corrimiento general del Estado de la economía, dejando que sea el mercado el que tome las decisiones, no terminará mágicamente. Si el Gobierno mantiene las políticas que llevaron a la situación actual no hay por qué esperar que las consecuencias vayan a ser otras más adelante.

El cambio de mes en el almanaque no fue la solución. El segundo semestre no está trayendo la recuperación prometida sino todo lo contrario. Los resultados de julio fueron peores en actividad, aumento de la canasta alimentaria, consumo y recaudación impositiva que en los seis meses previos. La tendencia no cambiará solo porque pasen los meses y eventualmente la inflación pueda disminuir por una recesión generalizada. El escenario que describen empresarios pymes de Rosario, un polo productivo diversificado, es agobiante. Por experiencia y por el lugar que ocupan en la cadena productiva, son quienes primero advierten la evolución del ciclo económico. El que se inició en diciembre del año pasado está en pleno desarrollo y las expectativas son de agudización de los problemas, por motivos muy concretos.

“La demanda está totalmente caída. Nuestros clientes apenas si reponen lo poquito que pueden llegar a vender. Tuvimos que suspender las horas extras. Estábamos en jornadas de 12 horas y bajamos a 8. Antes fundíamos de lunes a viernes. Ahora de lunes a miércoles Esto no tiene nada que ver con lo que pasó en 2014. Ese año después de la devaluación nos acomodamos rápido. Incluso para nuestro sector, el del aluminio, tuvimos un par de meses con un tipo de cambio diferencial que nos permitió sobrellevar la situación. A mitad de año ya estábamos con 60 días de fecha de entrega, estábamos sobrevendidos. Ahora podemos responder a los pedidos en tres días. La producción cayó 50 por ciento, y no fue mayor porque tomamos medidas preventivas el año pasado suponiendo lo que se podía venir. No hubo distribución de dividendos, hicimos acopio de materias primas y pactamos preventas. De lo contrario estaríamos operando al 30 por ciento de la capacidad instalada. El aumento general de costos fue del 69 por ciento, pero solo pudimos trasladar el 40 para ir acompañando las paritarias. Si subiéramos los precios lo que corresponde quedaríamos fuera del mercado”. Lo dice Cristina Bondioni, de Laminación Litoral, una fábrica que se dedica a la elaboración del aluminio, también de Rosario, con 49 años de trayectoria. Produce laminados que se utilizan como insumos para la elaboración de ventiladores, guardabarros de camiones, ollas, pavas y matricería. “Somos el segundo eslabón de la cadena, con 15 trabajadores”, explica. Cristina encabezó, con apoyo de la multisectorial de Rosario, una “resistencia ciudadana” al aumento de la electricidad, del 108 por ciento, que tuvo una fuerte repercusión y logró que finalmente la empresa distribuidora accediera a elaborar un esquema de pagos parciales. Lo mismo ocurrió con la factura del gas. “No podemos afrontar los aumentos. Es imposible. Nos juntamos con los trabajadores en la puerta de la empresa y nos plantamos para no permitir el corte del servicio eléctrico. Nos acompañó mucha gente. Fue tanto el revuelo que nos llamó la compañía para decirnos que no nos iban a cortar”, recuerda. La escena rememora a las mujeres que en los ‘90 resistían los desalojos de campos embargados.

“Crisis hemos pasado muchas, pero esta es muy violenta porque se dio todo junto: devaluación, aumento de costos, más importaciones, caída de las ventas, el tarifazo. Si a corto plazo no se toman medidas más coherentes, no le veo mucha salida”, lamenta Bondioni. “En laminados nos está afectando mucho el aumento de las importaciones desde Brasil”, advierte. “La crisis se ve en la calle. Yo todos los jueves a las 8 de la noche tengo que tomar un taxi en el centro. En la parada habitualmente no conseguía auto, había que esperar. Ahora llego y hay 6 o 7 taxis haciendo fila. Te dicen que se terminó el viaje corto. La gente camina, anda en bicicleta”, describe. También menciona que en la cuadra donde está instalada la fábrica, en el sur de Rosario, empiezan a aparecer galpones vacíos de pequeños talleres que se ven obligados a cerrar por la falta de actividad.

Juan José Sisca, de la metalmecánica Ardel, es de la antigua zona textil de Rosario. “Por acá se fundieron muchos en los ‘90. Había una fábrica textil muy grande, Estexa, y ahora hay un Easy. Donde estaba la fábrica de cosechadoras Gema hay un Carrefour y un complejo de cines. Había un predio por la fábrica militar con muchas industrias que pasó a ser la jefatura de policía. Era una escuela de oficios. Había 10 mil puestos de trabajo en el rubro de la bicicleta y se fundieron todos por la importación”, recuerda. “Lo que vemos ahora es que vamos por el mismo camino. A mis clientes les está afectando mucho el tema de la importación. Nosotros producimos guillotinas para cortar hierro y chapas. Es una herramienta que usan desde los herreros o chapistas hasta grandes empresas. Vendemos a través de ferreterías industriales. Pero está todo muy parado por la caída del sector de línea blanca. Bamby, Gafa y Briket tienen 800 trabajadores suspendidos. En el primer trimestre entraron desde Brasil la misma cantidad de heladeras que todo el año pasado”, detalla. “También vienen de Turquía. Si el Gobierno no cambia la política 180 grados va a ser imposible. Se están vendiendo naranjas de Israel, siendo que cruzamos el río y está la capital del cítrico. Entran zapatillas vía Chile a un tercio del precio local. Viene carne de cerdo de Brasil y de Dinamarca. Todo el sector porcino está cerrando. Había emprendimientos muy importantes. El otro día hicieron un corte en el puente Rosario-Victoria”, relata. “En Cañada de Gómez, a 50 kilómetros de Rosario, el sector de muebles también está con muchas dificultades por las compras a Brasil. Acindar suspendió personal, General Motors levantó un turno y abrió retiros voluntarios”, agrega, en su repaso de la situación productiva de Rosario. “La crisis nos arrastra a todos. El mes pasado cerró una librería histórica, la casa Bleger, que tenía como 90 años. Trabajaban 14 personas”. Sisca es dirigente de Apyme, entidad que nuclea a pequeños comercios. “Los almaceneros dicen que las ventas les bajaron 40 por ciento, los carnicerías lo mismo. Y la respuesta del Gobierno es la restitución del ‘puerta a puerta’”, se queja. Sobre la ley Pyme, sostiene que es “inocua en esta coyuntura. De qué me sirve que me descuenten Ganancias de nuevas inversiones si en este momento nadie invierte, nadie compra una máquina”.

Los informes de actividad industrial reflejan caídas en todos los rubros. Lo mismo ocurre en el comercio. Al final del túnel del que hablaba Gabriela Michetti no parece haber ninguna luz. Más bien asoma la silueta de Brasil, que empezó el año pasado con recesión económica y hasta altura ya es depresión. Rosario, como polo productivo, y las pymes que allí se afincan están alertando que la crisis va camino a ser peor de lo que es.

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