15:17 › OPINION
Por Martín Granovsky
El Primer Gran Beso se lo estamparon tras el debate presidencial. El Segundo Gran Beso entre Mauricio Macri y Juliana Awada tuvo como escenografía la Asamblea General de las Naciones Unidas. ¿El amor es tan fuerte que invadió las relaciones entre la Argentina y el Reino Unido? Comunicó el Presidente Mauricio Macri que le transmitió a la primera ministra del Reino Unido Theresa May: “Le dije que estoy listo para comenzar un diálogo abierto que incluya, por supuesto, el tema de la soberanía sobre las Islas”. Citó después Macri a May según informó la agencia estatal Télam: “Me dijo que bueno, que sí, que habría que empezar a conversar”. Comentó también Macri: “Son cosas que llevarán años, pero lo importante es que comencemos y ella estuvo de acuerdo”. Sucedió en el almuerzo que mantuvieron los jefes de Estado y de gobierno que participan de la Asamblea General de las Naciones Unidas y abrió varios caminos. Si todo sucedió tal cual narra Télam y ahora Londres sintoniza con el entusiasmo presidencial, más allá de la interpretación de la canciller Susana Malcorra, podría comenzar un diálogo sobre todos los temas y no solo acerca de petróleo y vuelos de las Malvinas al continente como pidió May en una carta enviada a Macri el 13 de agosto último. Si no, vuelta a la posición inicial del juego, con un Macri afirmando ante la Asamblea General de la ONU que la Argentina espera “resolver amigablemente la disputa de soberanía” por las Malvinas y reivindicando las resoluciones de la ONU que obligan a negociar la disputa de soberanía. Sonó a reducción anticipada de daños: el tema está abierto en el Congreso y la oposición espera a Malcorra con el cuchillo entre los dientes.
Al margen de la cuestión Malvinas, el Presidente eligió para su estreno en la ONU un perfil conservador y políticamente correcto. Nada de desafíos al orden mundial establecido. Ninguna crítica a la morosidad para afrontar en serio el flagelo de los paraísos fiscales. Ninguna propuesta global para terminar con el circuito global de la economía negra. Y, al mismo tiempo, ninguna disonancia ruidosa. Las mayores novedades discursivas estuvieron en el modo de explicarle al mundo sus tres objetivos de gobierno: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y diálogo entre los argentinos.
El objetivo de que no quede nadie en la Argentina por debajo de la línea de pobreza ya no es tal. Explicó Macri en la Asamblea General de la ONU después de mencionar la meta de pobreza cero: “Esto es, lograr un país con igualdad de oportunidades, donde nuestros hijos puedan ser protagonistas de su futuro, y donde cada argentino pueda desarrollar su potencial”. Es decir que el objetivo consiste en la igualdad de oportunidades para todos. Pero si la meta es pobreza cero, ¿qué viene antes? Lo lógico sería eliminar primero la pobreza y a partir de ahí generar condiciones de igualdad de oportunidades. Si no, la igualdad de oportunidades sin piso previo podría significar que para unos fuese posible disfrutar del desarrollo y para otros, en cambio, alcanzar la pobreza o mantenerse dentro de ella.
“Un país como el nuestro, que es una potencia productora de alimentos, no puede aceptar que haya personas pasando hambre en ningún lugar”, dijo también Macri. ¿Hambre cero en lugar de pobreza cero? Nadie puede criticar la búsqueda de una Argentina sin hambrientos. Pero el propio discurso en la ONU parece dar lugar a una violación de un principio reivindicado por el sistema interamericano de derechos humanos: el principio de no regresividad. La regresividad estaría presente no solo en una presentación cada vez más módica de las metas sino en el desfinanciamiento de programas sociales o en la no consideración de los servicios de agua, gas y luz como derechos básicos. Es la regulación a la baja. Mariano Rajoy, el mejor amigo político de Macri en el mundo, lo sabe bien. El Tribunal Europeo de Justicia acaba de emitir un fallo advirtiendo a España que su regulación de la diferencia de tratamiento entre trabajadores fijos y trabajadores precarios es discriminatoria. El Tribunal obliga al Estado español a cambiar la legislación. Los empresarios españoles aprovechan el fallo para presentar la solicitud de regular a la baja la diferencia de trato entre trabajadores. Igualdad de oportunidades.
“Estoy orgulloso de representar a un país que ha contribuido al marco legal internacional, impulsando avances en derechos humanos, derecho humanitario y la solución pacífica de conflictos”, dijo también el Presidente en la Asamblea General. Realismo puro. ¿Para qué buscar el choque con la tradición de un país que, por ejemplo, impulsó con éxito la Convención sobre la Desaparición Forzada de Personas o la aprobación por parte de la Asamblea General del nuevo régimen para negociar las deudas soberanas promovido por el entonces canciller Héctor Timerman? Y a la par del realismo, un cambio de enfoque. El discurso de la igualdad de oportunidades no es igual que la doctrina de acceso universal a derechos reconocidos por las convenciones y por la Constitución y, entonces, obligatorios para el Estado en su concreción práctica.
La mirada del mundo que revela el discurso presidencial en la Asamblea es complementaria de la mirada interna.
“Vivimos en una época de grandes transformaciones globales, donde los cambios son cada vez más veloces, y nos presentan nuevas oportunidades”, dijo Macri. “El siglo XXI nos pone frente a un desafío constante: adaptarnos a las nuevas realidades de la interdependencia mundial”, agregó con un vocabulario de moda a fines de los años ‘70. “La construcción del orden internacional moderno es una tarea permanente en la que todos somos protagonistas”, añadió.
Luego dio su propia visión de la historia reciente. Dijo que “en los últimos años Latinoamérica hizo grandes esfuerzos para reducir la pobreza, gracias a políticas sociales robustas y a las condiciones económicas internacionales muy favorables”. Y con ese prólogo se internó en la actualidad. Dijo que “el contexto es diferente” porque “todos los países hemos visto disminuir nuestro crecimiento y el comercio global muestra un desempeño magro”. También registró que “en el plano regional la balanza comercial es menos favorable” y que “la inflación castiga a los que menos tienen”. No dijo las palabras Mercosur, Unasur, ni Celac. Prefirió referirse, en general, a la región. “Los argentinos estamos listos para entrar al siglo XXI y asumir nuestro rol en la sociedad internacional, pero ninguno de estos objetivos los vamos a conseguir solos”, dijo el Presidente. “Tenemos que trabajar juntos, empezando por los vecinos; soy de una región que se piensa a sí misma como un vecindario común con desafíos compartidos.”
Macri no incluyó en su discurso la cuestión de Irán. Es coherente con la realidad histórica: el acuerdo firmado con Teherán por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner nunca llegó a ponerse en práctica, lo cual además era previsible. La ausencia en el discurso es incoherente, por eso, con la obsesión del oficialismo de judicializar el asunto implicando al magistrado Daniel Rafecas en el tremebundo delito de escribir fallos a conciencia.
Martí[email protected]
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