18:24 › COMPARACIÓN REGIONAL DE ÍNDICES DE POBREZA CON CANASTAS HOMOGENEIZADAS
La metodología del Indec de Macri (canasta más cara y suba del coeficiente de Engel) que sobreestima la cantidad de pobres favorece a quienes postulan que las políticas sociales son inútiles y que sólo implican un mayor gasto público financiado con más impuestos.
Por Alfredo Zaiat
La canasta elaborada por el Indec de Macri para medir la cantidad de pobres es casi el doble de exigente que la del promedio de América latina. Si Bolivia la calculara igual que Argentina, el porcentaje de la población boliviana que no alcanzaría el umbral de ingresos mínimo para no ser pobre sería de 50,1 por ciento, cuando los datos oficiales informan que es de 32,7 por ciento en 2014, según la Cepal. Es necesario realizar la homogeneización de las canastas para no llegar a conclusiones distorsionadas. El sociólogo Daniel Schteingart estuvo ilustrando en su cuenta de Twitter el resultado de los cambios metodológicos del Indec. Publicó un par de gráficos que se reproducen en estas páginas que ayudan a comprender las modificaciones que han derivado en la sobreestimación de la cantidad de pobres. Las metodologías para elaborar indicadores estadísticos son discutibles y tiene la complejidad de los debates acerca de cuestiones técnicas. La intencionalidad política de los cambios para alcanzar determinados resultados es más fácil de abordar porque la empiezan a revelar los propios interesados. Funcionarios y voceros oficialistas salieron rápido a interpretar las nuevas cifras de pobreza con un mismo libreto: el ciclo político del kirchnerismo dejó una cantidad enorme de pobres y las políticas sociales como la Asignación Universal por Hijo no sirven para reducir la pobreza.
El secretario de Cooperación con los Poderes Judiciales, Ministerios Públicos y Legislaturas, del Ministerio de Seguridad, Gonzalo Cané fue quien lo expresó en forma más directa: el domingo pasado escribió en un tuit que “el aumento consolidado de la pobreza sólo confirma que los planes sociales no sirven para nada, salvo para aumentar los impuestos”. El diario oficialista La Nación publicó el artículo “El aumento de la pobreza se consolidó pese a que hay más planes sociales”, destacando que el incremento exhibe “crudamente los límites de la política de asistencia social, basada en distintos tipos de planes, como herramienta para combatirla”. La AUH no es un plan social ni es una red asistencialista, como insisten en definirla grupos conservadores, sino que se trata del reconocimiento de un derecho social y económico a un sector de la población castigado por el empleo informal y la deso- cupación. Los iguala en el derecho de la asignación familiar con los trabajadores en relación de dependencia.
Una lectura aguda de lo publicado en esta misma columna el domingo pasado advirtió con razón que la apuesta oficial a una reducción de la pobreza en el año electoral se dará con la nueva o con la vieja canasta, sin importar las modificaciones que la han sobreestimada, porque sólo habrá un cambio en los niveles. Si la pobreza baja o sube, lo hará con una u otra canasta. La sobreestimación tiene entonces la derivación política explicitada por Cané y medios oficialistas: convalidar la idea de que nada ha mejorado socialmente durante el kirchnerismo, que sus gobiernos fueron una fábrica de pobres por la elevada inflación, y que la AUH no ha sido efectiva para disminuir la pobreza.
Cada país define quién es pobre de acuerdo a la canasta que determina. Para dimensionar el resultado de la nueva medición del Indec de Macri y para poder hacer comparaciones equivalentes con otros países, Schteingart elaboró dos gráficos. En uno definió cuántos dólares por día a paridad de poder adquisitivo (PPA, cálculo que elimina el componente del valor del dólar corriente, y de esa forma neutraliza la réplica “estamos caros en dólares”) necesita una persona para no caer en la pobreza o la indigencia. Iguala la capacidad de compra del dólar en cada uno de los países. La canasta del Indec equivale a unos 8,4 dólares (a PPA) por persona por día. Con la renovada metodología del Indec, las líneas de pobreza e indigencia son las más exigentes de la región. Como se mencionó al comienzo, es casi el doble que la del promedio de América latina y por ejemplo 120 por ciento más exigente que la de Chile, que reporta oficialmente 8 por ciento de pobres. “En otros términos, dos personas que consumen lo mismo, el que vive en Argentina es pobre y el que vive en Chile, no”, señala Schteingart. De otro modo, si el Indec midiese la pobreza con la metodología de otros países de la región, el saldo sería menos pobres que el 32,2 por ciento. O si Chile la midiese como Argentina, la cantidad de pobres no sería el 8,0 sino del 27,9 por ciento de la población.
Un argumento para explicar esa diferencia es que el valor de la canasta es más elevado porque Argentina es un país más rico que la mayoría de la región, y por ese motivo aplica una línea de pobreza más elevada. La canasta argentina es la más abarcativa –por eso es la más cara– y trata de reunir requisitos nutricionales con hábitos de consumo (el Indec incorporó cerveza y vino, como también mayonesa, pollo, dulce de leche, pescado, entre otros). Si se aplicara la canasta que utiliza el departamento de estadísticas de Estados Unidos (equivalente a unos 24 mil pesos) para una familia tipo, Argentina tendría un 50 por ciento de pobres. Estados Unidos registra un 14 por ciento de pobres. A la inversa, Estados Unidos tendría 3,3 por ciento de pobres. El umbral de pobreza en Estados Unidos es más elevado porque es un país más rico. Para comparar hay que homogeneizar las canastas, y en ese ejercicio Argentina no se ubica con los niveles de pobreza más elevados de América latina.
La sobreestimación de la canasta que define la línea de pobreza, o la mayor exigencia como dice Schteingart, puede derivar en análisis que pueden desembocar en confusión, como también la reestimación de niveles de pobreza a partir de la metodología actual del Indec. Este especialista calculó de esa forma que en 1974 habría aproximadamente 19 por ciento de pobres. Ese año fue uno de los picos históricos del salario real y de la participación del trabajo en la distribución de la renta. Con la metodología para medir pobreza de ese año, había 3,5 por ciento de pobres. Era un momento de niveles de igualdad muchos más altos que ahora. Schteingart explica que “toda definición (en las metodología de los indicadores estadísticos) tiene un cuota de arbitrariedad, porque las estadísticas son una construcción”, construcción política, al fin, se puede agregar. “El tema es la ‘razonabilidad’ de tal construcción, aspecto que es muy debatible. Definir quién es pobre siempre supone cierta dosis de arbitrariedad. El tema es consensuar un método y mantenerlo en el tiempo”, apunta.
La sobrestimación de la cantidad de pobres del Indec de Macri no es solamente por la forma en que se integró la canasta alimentaria (la básica total con el anterior método sería aproximadamente 35 por ciento más baja), sino también por alteraciones en el Coeficiente de Engel (variable estadística para estimar el costo de la canasta total). La ley de Engel es una observación empírica, realizada por el estadístico alemán Ernst Engel, que determinó que, con un conjunto de gustos y preferencias, si aumentan los ingresos, la proporción del ingreso gastado en alimentos disminuye, aún cuando es probable que el gasto real en alimentación crezca en términos absolutos. La ley de Engel no implica que el gasto de alimentos se mantenga sin cambios a medida que aumenta la renta, sino que sugiere que los consumidores aumentan sus gastos de alimentos, en proporción, menos de lo que suben sus ingresos.
Andrés Asiain, director del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz, se ocupó de analizar qué hizo el Indec con el coeficiente de Engel. Pequeños cambios en su valor derivan en importantes modificaciones en la estimación de la Canasta Básica Total a partir de una determinada Canasta Básica Alimentaria y, por lo tanto, en alteraciones de magnitud en la estimación de la población bajo línea de pobreza. “La inversa de Engels publicada por el organismo en su último informe presenta valores de entre 2,41 y 2,45 para el período abril-agosto del presente año”, indica Asiain. Para señalar que si se hubiera mantenido la metodología anterior, la estimación de ese coeficiente debería haberse ubicado entre 1,92 y 1,97 en el mismo período. “De la diferencia entre ambas estimaciones se deriva que la CBT bajo la nueva metodología es entre 22 y 28 por ciento superior a la que hubiera resultado aplicando la vieja metodología”. Asian apunta que esa diferencia no se origina en cambios en las estimaciones de los precios que componen las canastas, sino de modificaciones, no explicitadas por el Indec, en la población de referencia utilizada para estimar el coeficiente de Engels.
Walter Sosa Escudero escribió “Qué es (y qué no es) la estadística. Usos y abusos de una disciplina clave en la vida de los países y las personas” (colección ciencia que ladra… de la editorial Siglo XXI). En ese esclarecedor libro, el Ph.D. de la Universidad de Illinois, profesor de la Universidad de San Andrés y titular de Econometría en la Universidad Nacional de La Plata, explica que la meta de la estadística es lograr acuerdos para que la parte (indicador) diga algo relevante acerca del todo. “La pobreza es un fenómeno complejo, y cualquier intento de abarcarlo en forma simple es vano. Y esta discusión nos conduce a un punto central: cualquier medición de pobreza ‘esta mal’, involucra discrecionalidades, mediciones, errores conceptuales, burocráticos y estadísticos. Entonces, la cuestión no es si las medidas de pobreza son erradas o no (que lo son), sino si brindan algún tipo de información relevante para el verdadero propósito para el cual fueron creadas: para monitorear la salud social de una comunidad”. Agrega que a los fines de monitorear la efectividad de las políticas públicas, quizás el objetivo no sea medir la pobreza en sí misma, sino captar adecuadamente su evolución. Señala entonces que “es aquí donde las medidas de pobreza son de utilidad aun cuando sus niveles difieran grotescamente (más o menos pobres en un determinado momento)”. Esto significa que como medida absoluta, la cantidad de pobres es poco confiable; ahora, como herramienta o índice para determinar su evolución, es más relevante.
Este marco analítico es un buen complemento para abordar el informe de Asiain, el cual es útil para intervenir en el debate impulsado por fuerzas conservadoras a partir de los nuevos datos de pobreza. Afirma que entre 2003 y 2015, el 33,3 por ciento de los habitantes del país salió de la pobreza (1 de cada 3), y el 17,8 por ciento de la indigencia. “La reducción fue continua a lo largo del período con dos excepciones, el segundo semestre de 2007 (vinculado al impacto en los alimentos del alza internacional de las materias primas) y el 2014 (vinculado a la devaluación)”. Asiain destaca que este año cambió la tendencia de la evolución de esa variable social. La aceleración de la inflación generada por las medidas implementados por el gobierno de Macri redujo el ingreso real de los hogares derivando en un incremento en la pobreza e indigencia.
La evolución del índice de pobreza, más allá de la controversia acerca de los números, de las conducciones políticas del Indec y de las estimaciones privadas, revela que había una tendencia decreciente durante el ciclo político del kirchnerismo con amplias políticas sociales (AUH, universalización de las jubilaciones) y que en el comienzo del gobierno de Mauricio Macri se ha producido un cambio de rumbo con un salto importante en la cantidad de pobres.
[email protected]¿Cuántos dólares por día (a PPA) necesita una persona en cada país para no caer en la pobreza o la indigencia?
¿De cuánto sería la pobreza si todos los países midieran como lo hace la Argentina hoy?
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