00:00 › EL JUICIO CONTINUARA MAÑANA
Mirta Fernández, una mujer que en 2003 estuvo 27 días secuestrada, contó en el juicio oral que se le sigue que sus presuntos captores no sólo le cortaron un dedo sino que también fue "picaneada" y violada durante su cautiverio.
El desgarrador testimonio de la víctima se escuchó en el debate que se inició la semana pasada y continuará mañana en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 1 de San Martín con sede en Olivos.
Por el caso, está siendo juzgada la banda del mítico delincuente Sergio Orlando Leiva, alias "El Negro Sombra", a la que la policía y la Justicia le atribuyen los secuestros extorsivos más resonantes y crueles de la zona norte del Gran Buenos Aires.
Es que a tres de sus víctimas -Fernández, Leopoldo Andrada y Pablo Belluscio-, les cortaron un dedo que enviaron a sus familias como prueba de vida y como método para presionar y lograr un elevado rescate.
En el caso de Fernández fueron tan morbosos que junto al dedo, también mandaron un video -ya exhibido en el juicio-, en el que la víctima estaba drogada y recostada en una cama, con un vendaje en la mano y una hoja de diario en el pecho sobre la cual estaba el meñique mutilado y un mensaje que advertía que si no pagaban un millón de dólares, la iban a matar.
La mujer fue secuestrada el 19 de agosto de 2003 cuando se dirigía en una camioneta 4X4 a su domicilio de Don Torcuato.
Tras 27 días de cautiverio y luego de que su familia arrojara desde un tren 430 mil pesos, la mujer, en ese entonces de 32 años, fue liberada en Vicente López el 16 de septiembre del mismo año.
Los investigadores del caso Fernández siempre dijeron que la víctima padeció el "síndrome de Estocolmo" con el secuestrador que la cuidó y con quien tuvo relaciones sexuales durante el cautiverio.
Se trata del ex policía federal Juan Carlos Gómez, que pudo ser detenido en La Lucila del Mar porque quedó enamorado de la mujer y luego de su liberación la llamaba por teléfono para decirle que la extrañaba y que estaba arrepentido por no haber podido impedir que la torturaran y mutilaran.
Sin embargo, en su declaración en el juicio, Fernández sólo admitió que Gómez ejerció una gran presión psicológica sobre ella pero sostuvo que las relaciones no fueron consentidas, sino que fue "violada" por su cuidador, razón por la cual al ex policía se le inició una nueva causa penal por los abusos sexuales.
Además del "Negro Sombra" y Gómez, los otros tres imputados son Horacio "Lala" López; Manuel Valenzuela, alias "El Chileno Manolo" o "Angel Martínez"; y Mario Leopoldo Ibarra.
Todos, salvo Ibarra, fueron reconocidos por Fernández el lunes pasado en la audiencia como sus secuestradores.
Durante las cuatro horas que duró la declaración de la mujer, el momento más duro fue cuando relató las tormentos a las que fue sometida, según indicó su abogado, Jorge Cancio.
Fernández contó que antes de hacerle grabar la primera prueba de vida, Leiva se le acercó para preguntarle si la estaban tratando bien, le regaló un alfajor y le dijo que su papá, un ex capitalista del juego clandestino al que ellos vinculaban con el narcotráfico, no estaba colaborando.
Según la víctima, al rato "El Negro Sombra" volvió junto a "Lala" López y la "picanearon".
"Me ataron a la cama, me sacaron los zapatos y pensé que me iban a cortar los dedos del pie. Pero me dijeron 'ahora te vamos a hacer lo que nos hace a nosotros la policía para que hablemos'", relató la víctima ante el tribunal.
La mujer explicó que le arrojaron un balde de agua y le ataron un cable pelado al pulgar del pie con el que le pasaron 220 voltios de electricidad, razón por la que terminó con dos uñas de los pies destruidas.
Sin embargo, el peor tormento ocurrió cinco días antes de su liberación, cuando los secuestradores la drogaron obligándola a tomar un té que, según dijo, le "quemó la garganta".
Al despertarse, Fernández se dio cuenta de que le habían amputado el dedo meñique de la mano derecha, que fue enviado a su familia y aceleró el pago del rescate y su liberación.
El único imputado que declaró hasta ahora fue el ex policía Gómez, quién reconoció haber cuidado a la víctima en su casa de Villa Elisa, trató de desvincular del caso a Leiva e Ibarra y denunció que la División Antisecuestros de la Policía Federal lo torturó para obtener su confesión.
Fuente: Télam
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