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El documental irlandés “La revolución no será televisada” descubre los intereses de los medios privados en el golpe a Chávez de abril de 2002.
› Por Mariano Blejman
Los medios jugaron un rol fundamental en el intento de golpe contra Hugo Chávez en abril de 2002. La televisión privada venezolana –en mano de poderosos empresarios que apoyaron abiertamente el golpe– mostró cómo supuestamente un grupo de chavistas disparaba desde un puente “frente a una multitud”. Las imágenes recorrieron el mundo y llevaron al mismo Colin Powell a decir: “Ellos provocaron las muertes”. Sin embargo, una nueva toma descubrió que los chavistas no disparaban contra una multitud, sino contra calles vacías donde se habían apostado francotiradores que tiraban a la cabeza de los manifestantes. Esta es sólo una de las manipulaciones que descubre el documental irlandés La revolución no será televisada, dirigido por dos documentalistas que tuvieron la suerte y la intuición de estar en el momento justo en el lugar indicado.
La revolución... ganó el premio Banff 2003, el Golden Nymph de Monte Carlo, el Golden Link, la producción del año de EBU European en Malaga España, el Needle Award Seattle Film Festival USA, el George du Beau Regard International, el FID Marseilles Film Festival France y el mejor documental de Galway Film Fleadh en Irlanda. Kim Bartley y Donnacha O’Briain habían viajado a Venezuela unas semanas antes, para retratar la situación del país. Los irlandeses conversaban con la gente, tanto opositores como chavistas. Los representantes de la clase alta confesaban: “Hay que cuidarse de las mucamas, que pasan información”. El golpe los encontró en el Palacio Presidencial Miraflores de Venezuela, el 11 de abril de 2002. Chávez fue brevemente depuesto en aquellas tumultuosas 48 horas, por un grupo de militares y por referentes de la oligarquía venezolana. La ocupación tenía como cabezas visibles al empresario Pedro Carmona y a Carlos Ortega, con el apoyo de Estados Unidos.
El 10 de abril, un militar disidente salió a decir por Venevisión que desconocía el gobierno de Chávez. “¿Habría posibilidad de golpe, ahorita?”, preguntó una periodista. El intento no vino “ahorita” sino un día después. Y allí estaban los irlandeses, conversando mano a mano con Chávez, en una intimidad envidiable; registrando los momentos de tensión que se vivieron en el Palacio Miraflores, ante la amenaza de bombardeo si el presidente no se rendía. Otra vez los medios estaban en el centro. Uno de los primeros lugares que tomaron los golpistas fue Canal 8, único medio estatal chavista. El resto pasaba las imágenes de los disparos, las corridas y las muertes. Un jefe de noticias de un canal privado admite “no haber chequeado” qué significaban esas imágenes. Luego renunció al recibir directivas de “no emitir ninguna información sobre Chávez”.
Valen oro histórico las escenas de llanto de los seguidores y el nerviosismo que se vivía en el riñón mismo del poder. “Esta es la victoria de la muerte”, dice un asesor. Un grupo de militares ingresa al despacho de Chávez y le pide la renuncia, y una ministra dice “que lo sepa el mundo: esto es un golpe de Estado”. En ese momento, el mundo eran los irlandeses. Chávez sale detenido pero sin renunciar, saluda y alcanza a decir: “No nos hemos ido”.
Durante la madrugada, los eufóricos canales privados armaron un programa especial. A los golpistas se los veía radiantes. “Muchas gracias a la televisión”, decían, eufóricos por haber sacado “al tirano” a través de un golpe. Otra vez, las imágenes obtenidas por los irlandeses demuestran que un puñado de chavistas defendió a una multitud aterrorizada, apostada contra el suelo, por un grupo de francotiradores golpistas que disparaban a matar. El viernes 12 de abril llegó la resurrección. Cientos de miles de manifestantes se agolparon a las rejas del Palacio para pedir por la vuelta del presidente. “Yo voté a Chávez y quiero que termine su mandato”,decían. Los mismos guardias del Palacio que hasta un día antes habían cuidado al bolivariano ahora cuidaban al empresario Carmona Esteaga. Pero sería por poco tiempo. Otro lujo del documento es el de la “reconquista”: las cámaras irlandesas observan que los guardias del Palacio comienzan a rodear la fortaleza, como un gesto para “cuidar” a los golpistas. Pero terminan tomando el lugar por asalto en defensa de Chávez. Las cámaras ingresan con los soldados, como si fuera una película de Hollywood.
El documental agrega otra perlita: cuando Carmona hablaba telefónicamente con la CNN y decía “aquí todo está en orden”, ya no ocupaba el Palacio. Otra vez, la televisión aparece en el centro de la escena: la estrategia –aunque muestra escenas de absoluta improvisación de los militantes chavistas– era retomar el Canal 8, para mostrar lo que estaba sucediendo. Y hay aplausos cuando se enciende la señal. En el medio, la prensa intentaba poner orden. Durante el intento de golpe, una de las ministras chavistas dijo que el presidente había aceptado ser tomado como prisionero para evitar la sangre. Ella mira a la cámara irlandesa y pide otra vez: “Que lo sepa el mundo”. Bartley y O’Briain hicieron su parte.
Nota publicada en Cultura y espectáculos de Página/12 el Viernes 15 de Agosto de 2003.
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