UNIVERSIDAD › OPINION
› Por Daniel Mundo *
¿Cómo practicar un pensamiento crítico en esa cantera de reflexión que es la universidad? La pregunta no pierde actualidad. El pensamiento crítico –como ya planteara Horacio González– tiende a ubicarse sempiternamente en la oposición. No tolera ser oficialista. Por eso es interesante desnaturalizar un lugar común y demostrar que en el panorama actual el auténtico discurso crítico y opositor es el discurso oficialista. Lo que se llama “oposición” es en verdad lo que alimenta el discurso unidimensional y reproduce el establishment mediático bajo el manto de denuncias que hacen tronar la tierra, cuando no anuncian el apocalipsis. Si se enfocara con un lente y se mirara con un horizonte que fuera más allá de las elecciones del 28 de junio, quizá podría develarse un destino para el pensamiento crítico sellado por algunos otros secretos.
Uno de los deseos de todo pensamiento teórico y crítico consistiría en construir un discurso que desborde los claustros congelados y tenga una incidencia en las prácticas mundanas. El kirchnerismo ha logrado en parte concretar esto. No sólo le devolvió a la política el lugar central que los planes económicos le habían usurpado, logró que el discurso académico evidenciase su dimensión política. Aunque esa política, investida con fastos revolucionarios, muchas veces sea reaccionaria.
El pensamiento crítico asume un “discurso opositor” porque si no fuera así debería aceptar sus propias condiciones de existencia: vive en el margen del margen. Reniega de su lugar en el mismo momento en que elige ubicarse en una perspectiva parasitaria: se alimenta de lo que hacen otros, y se regocija por la insuficiencia de lo hecho. Estar en la vereda de enfrente lo protege de inmiscuirse y tocar las cosas reales, una bella perspectiva para salvar la propia alma sin dejar de sentirse insatisfecho. El académico es un buen ejemplo de este discurso, que vive los muros universitarios como trincheras o como úteros. ¿Podrá el discurso académico sobrevivir en ese hábitat viciado y superar las propias condiciones endogámicas de existencia? Pero, ¿por qué tendría que cambiar ese ecosistema en el que se reproduce como una ameba en el agua?
La materialidad de estos discursos presentan a veces enunciados ultracríticos elaborados por mentes sesudas que sólo pueden ser leídos por los alumnos cautivos de sus materias, y ser festejados por los acólitos. El mundo no sólo ignora ese ensayo hipercrítico, ignora hasta el apellido de su autor. Hay discursos que eligen otros caminos, caminos quizá más tortuosos: no perder la posición de oposición, realzarla con un discurso “gorila” y salmodiar desde las revistas dominicales de los aparatos mediáticos, tratando de perforar con pensamientos progresistas la escafandra de la pequeña clase media porteña. Sin duda, pueden imaginarse otros derroteros por los que el pensamiento crítico termina siendo funcional a la derecha: el cinismo sería como su marca de identidad, cuya mejor crítica la encuentro en los discursos irrespetuosos de Capusotto: “¡Que renuncien! ¡Michetti montonera! ¡Drogadictos! Está todo mal. Que no quede nada”. Si el portador de este pensamiento es astuto se acercará a los representantes de la izquierda progresista, como si el carné del partido o un pasado glorioso bastaran para exorcizarlo de sus auténticas creencias.
El pensamiento crítico se viste con palabras progresistas porque es un pensamiento tolerante: si hay algo que no tolera, ¡es porque es intolerable! Lo intolerable, entre otras cosas, es lo políticamente incorrecto. No tolera asumir su posición de derecha porque lo que al pensamiento en la Argentina le da terror es ser-considerado-un–pensamiento-de-derecha. Quizás al pensamiento le ocurre lo que le sucede a los actores políticos, aunque le ocurra con retraso: si es cierto que recién en los últimos años la derecha argentina participa del campo político tratando de conformar un actor que represente sus intereses sin tener que recurrir a la desestabilización general y al golpe de fuerza, quizás el pensamiento de la nueva derecha recién se está pariendo y aún falten unas décadas para que viva con autonomía. Sin embargo, ya hay un nido donde este huevo está incubando.
* Docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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