UNIVERSIDAD › OPINION
› Por Matías Muraca *
El Mundial de Fútbol vuelve a traernos, como cada cuatro años, un puñado de emociones, sueños y unas cuantas cosas más a buena parte de los argentinos. También ayuda a realizar encuentros y reencuentros con las amistades que la dinámica de todos los días obliga a desplazar. El Mundial de Sudáfrica aporta (por suerte) algo más, un plus valor, un extra, la “yapa”... Durante unas cuantas semanas, las pantallas de televisión mostrarán un poco menos a ese personaje que viene colonizando todo desde hace unos meses. Fort, la pura apariencia, cederá su “estrellato” a uno de los espectáculos deportivos más lindos del mundo, el fútbol.
Tal vez eso, justamente eso, dé un poco de aire para pensar, ¿quién es el niño Fort? Poco se puede avanzar con esa pregunta... está a las claras mal planteada. Entonces, ¿qué es Fort? Hay dos respuestas que podríamos presentar casi automáticamente. La primera, la más llana, Fort es lo que se ve. La pura apariencia de las cosas, el muchachito hecho ciento por ciento en el gym, en el quirófano y en el coiffeur. Adornado con tatuajes y bañado en oro, es un “producto” como sus chocolates, pero con el gran defecto de la palabra. Fort habla y, en él, eso no es una virtud. La otra línea de respuestas nos lleva a pensar en este muchacho como un estertor de los ’90. Un recuerdo horrible de los años horribles. Como una muestra de lo que fuimos, pura apariencia, ¿es eso y nada más? Justamente aquí el nudo (uno de los nudos), el problema... Fort es pura apariencia pero, lamentablemente, no es puro pasado, no es un fantasma de los años grises del neoliberalismo argentino. Ricky es puro presente, es una presencia animada y coqueta que buena parte de nosotros añora de esos tiempos. Es la presencia evidente, ruidosa y rimbombante de una sociedad que todavía hoy, en vergonzantes rincones, siente nostalgias por los años del uno a uno. Ahí la riqueza de Fort, no en sus dineros ni en su reloj de miles de dólares, sino ahí, en el mismo momento en que podría pararse sobre un taburete y decir, justamente porque habla, “acá estoy yo... soy vos”. En ese momento, la pregunta descartada se revalida: ¿quién es Fort? Incómodamente, tendríamos que decir... “Ricky somos todos”. Fort es, en su pura presencia y en su puro presente, un “cacho” de nuestra sociedad.
Si esto fuera sólo así, estaríamos en serios problemas. Por suerte, hay algo más, una tercera línea de respuestas que justamente habilita una salida de tanta pobreza. Se trata de las miradas, otro de los nudos de este problema. Si observamos, y lo hacemos con cuidado, los ojos de Fort, vemos algo interesante. Nos regala una mirada cándida, tonta, una mirada que no comprende. La mirada de Fort también es puro presente, no tiene pasado ni futuro, no tiene historia. Es una mirada sencilla, sin pliegues, una mirada vacua, una mirada privada de la vida. Privada en un doble sentido, una mirada que carece de riqueza, pero también una mirada privada sobre las cosas, una mirada no pública, no política. Se trata de una mirada familiar, porque ya hemos visto varias veces, no sólo en el producto que analizamos sino también en otros lugares o personajes. La reconocemos en ese gran empresario del espectáculo, el bufón hacedor de fortunas, dueño del circo en donde las mujeres quedan reducidas a caderas, polleritas y siliconas. La reconocemos también, y aquí el problema, en esos pequeños empresarios que quieren hacer política, pero lo hacen con miradas privadas sobre asuntos públicos. Entonces, corrijo, esos pequeños empresarios que quieren hacer negocios con los asuntos públicos. La reconocemos también en esos insignes políticos que miran privadamente sus intereses o los intereses de una parte y hacen valoraciones no positivas de los intereses del conjunto... Esa mirada que nos regala Fort delata en realidad uno de los grandes problemas de nuestra sociedad y uno de los desafíos. El desafío, la necesidad de abandonar el candor privado y comenzar a pensar pública y colectivamente los asuntos políticos de todos.
* Investigador y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y el Conicet.
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