UNIVERSIDAD › INVESTIGACION SOBRE EL ACCESO A LA UNIVERSIDAD Y LA GRADUACION
La investigadora Sandra Carli sostiene que, ante la masificación de la universidad, los alumnos desarrollan “tácticas” para sortear las dificultades del primer año: el peso del apoyo familiar y la sociabilidad con los compañeros.
El ingreso irrestricto a la universidad generó una masificación de la educación superior, en un proceso que se remonta a los años ’50. Pero, desde entonces y hasta hoy, las grandes universidades han presentado debilidades en el acompañamiento de sus alumnos hacia la graduación. A partir de un estudio realizado en los últimos años, la investigadora del Conicet y profesora de la UBA Sandra Carli sostiene que, ante esta situación, se desarrollaron “tácticas estudiantiles” para sortear las dificultades del primer año universitario, donde se produce la mayor deserción.
El resultado del estudio desarrollado en el Instituto Gino Germani (Sociales-UBA) fue presentado por Carli en el panel de “Acceso, permanencia y egreso” del Seminario Latinoamericano de Educación Superior, realizado esta semana y organizado por Clacso y Conadu.
“El acceso libre a la universidad es una tradición instituida, tiene su propia historia, reúne elementos de distintos discursos y épocas –dice Carli–. Es producto de la combinación entre la idea de igualdad de oportunidades y las demandas de democratización del movimiento estudiantil, que generó efectivamente una apertura de llegada común. Pero tiene sus luces y sombras, porque la deserción existe y es de alrededor del 60 por ciento.” Carli sostiene que el ingreso libre a la universidad “es una creencia, una construcción histórica que, si bien es interesante y valiosa, puede obturar la lectura y la pregunta por la permanencia y la graduación”. La pregunta a resolver no pasa tanto por el ingreso –advierte la investigadora–, sino más bien por la permanencia y por cómo la universidad acompaña desde el punto de vista institucional ese horizonte de graduación.
Carli investigó las trayectorias estudiantiles de alumnos de las facultades de Ciencias Sociales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. De esas reconstrucciones de historias de vida universitaria hubo un punto nodal en el ingreso, es decir, en la llegada al Ciclo Básico Común. Allí cobra relevancia lo que Carli llama “tácticas estudiantiles” para sostener los estudios de grado. “Ante el ámbito despersonalizado y masivo de las grandes universidades, y de la misma ciudad, aparecía (en el discurso de los estudiantes) el peso del acompañamiento familiar, la importancia del apoyo con los pares, de la sociabilidad con los propios compañeros. Los estudiantes manifestaban también los esfuerzos para adaptarse a la masividad, para poder soportarla. Además, la posibilidad de contactarse con profesores. Y de desarrollar nuevos métodos de estudio en un ámbito con otras lógicas académicas.”
En la década del ’50 del siglo pasado se eliminaron las trabas al ingreso en la universidad. Allí se dio el primer flujo masivo de estudiantes –señala Carli–, que se mantuvo relativamente constante con el paso del tiempo, aun en épocas de crisis. En los ’80 se dio la segunda ola de estudiantes, con el regreso de la democracia. “La problemática de la masividad en tensión con estructuras arcaicas y limitaciones presupuestarias ya se planteaba en los ’50, y también en los ’80, y es válido todavía hoy para las grandes universidades. A diferencia de lo que ocurre en las nuevas casas de estudio de la provincia de Buenos Aires, que no se enfrentan al fenómeno de la matrícula masiva”, aclara Carli.
Las medidas de apertura o restricción en el ingreso a la universidad oscilaron así como lo hizo la vida institucional del país, dinámica que atravesó principalmente a la clase media. Con todo, Carli habla de una universidad con una “tradición plebeya”. “La tendencia –explica– es a una mezcla social en la universidad, donde coexisten personas de distintos sectores. No es la regla, pero esas convergencias se dan. Y no sucede lo mismo en Chile, donde hay un sistema segmentado socialmente, ni siquiera en Brasil, que al examen vestibular lo pasa sólo la clase media y alta. La apertura en el ingreso habilitó en la Argentina recorridos que de otro modo no se hubieran dado, y esto tiene un impacto sobre la cultura política y social del país. Ahora bien –insiste–, esperemos que la apertura de la grandes universidades y su tradición igualitaria no obture la lectura de la deserción.”
El estudio de Carli ofrece elementos para pensar las políticas estructurales: “El fortalecimiento del papel de los profesores en los primeros años –enumera la investigadora–. Las mejoras en las condiciones edilicias. La regulación de esa masividad, para que los cursos no sean tan numerosos. La revisión de la extensa duración promedio de las carreras, considerando la secuencia entre grado y posgrado”.
Informe: Agustín Saavedra.
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