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La ciencia ausente
Por R. Fernández Prini, Noé Jitrik y Otilia Vainstok
En el día de hoy seguramente se conocerá el nombre de la persona que dirigirá el sector de ciencia y técnica. Esta designación tiene mucha mayor importancia para el destino del país de la que parecen otorgarle la sociedad argentina y los partidos políticos. El carácter estratégico de la ciencia y de la tecnología, las amenazas que puede representar o las deslumbrantes promesas que su desarrollo trae para el bienestar de la humanidad, recorren las noticias cotidianas de todos los medios de difusión. Cabe preguntarse entonces cuáles son los orígenes de la indiferencia ante la investigación científica y tecnológica en el país.
Cuando alguien dice que la Argentina necesita ciencia aplicada a resolver sus problemas, ignora que desde fines de los ‘90 se ha reconocido internacionalmente que en aparente paradoja, las condiciones impuestas por la globalización obligan a que los países pobres también tengan ciencia básica y pública, aun para poder elegir y adaptar los resultados de investigaciones realizadas en otros países.
Cuando alguien sugiere que la ciencia debiera ser un subcapítulo de la industria, omite que el conocimiento científico y tecnológico atraviesa todos los aspectos de la vida de las personas, incluyendo su identidad nacional. Si bien continúa siendo cierto que “sin industria no hay nación”, actualmente, también es cierto que sin ciencia no hay nuevas tecnologías y no hay industria con ventajas competitivas dinámicas y tampoco hay nación.
La ignorancia sobre la naturaleza estratégica de la investigación científica y tecnológica se manifestó inequívocamente cada vez que la dirección del sector se confió a personas sin aptitudes para la política y gestión de la ciencia y la tecnología; o se creyó que la mera portación de un título universitario habilitaba para tan importante función o que tal nombramiento podía otorgarse, sin mayores consecuencias, como premio consuelo o como cuota de algún reparto; o incluso cuando se ponen en circulación como posibles postulantes los nombres de personas con trayectorias atravesadas por rupturas éticas y jurídicas. El país ha sido muchas veces indiferente ante la pérdida continua de uno de sus más preciados patrimonios: los jóvenes talentosos con buena formación que se ven obligados a desarrollar sus carreras en el exterior o a renunciar a su vocación. A su vez, la investigación argentina no supo encontrar los mecanismos que fortalecieran su lugar en la sociedad y la confianza en sus productos y está pendiente la construcción del tejido institucional y valorativo que une a la ciencia y la tecnología con la sociedad en su totalidad.
A nivel internacional, la ciencia argentina, desde su constitución, ha sido reconocida por su calidad y la situación de los investigadores y sus crónicas dificultades fueron tomadas como una expresión fiel de la situación política del país. Este fenómeno tan singular sólo agrava el desconocimiento y la indiferencia que los políticos han exhibido en relación con la ciencia. Estos antecedentes agregan inquietudes y también expectativas sobre el destino que ha de tener la investigación, en todas sus expresiones, en esta nueva etapa que se inaugura en la política argentina. Es de esperar que se abran condiciones propicias para la construcción de nuevos vínculos con el conocimiento y con las capacidades creativas que aun existen en el país. En estas circunstancias es especialmente importante que quien sea llamado a dirigir el sector sea elegido en virtud de sus méritos intelectuales y de la claridad ética de su trayectoria personal.