La carrera de Sociología, al igual que el resto de las carreras que participan en el Programa UBA XXII, Universidad en Cárceles, enfrenta un contexto signado por las dificultades de quienes sufren el encierro para acceder a los estudios superiores. La condición social mayoritaria de los presos, sellada por la pobreza y la marginación, es el determinante que los ha privado de una educación básica y de los estímulos sociales para incorporar en su imaginario la posibilidad de acceder a la universidad.

En este contexto, la Universidad de Buenos Aires desarrolla sus actividades desde hace más de 25 años. Algunas carreras, Abogacía por ejemplo, han encontrado un nicho casi natural. Los presos aprenden derecho penal en la escuela de la cárcel desde tiempos inmemoriales. Desde mucho tiempo antes de que funcionara el Programa UBA XXII, en los pabellones se improvisaban “defensorías”. La cárcel obligaba a incursionar en experiencias de conocimiento teórico-prácticas que la calle había negado. Estudiar Derecho, más que una vocación, es una reivindicación histórica presente en el inconsciente colectivo, además de ser una realización individual.

Pero, ¿por qué estudiar Sociología? La vocación sociológica podría despertarse por el contexto opresivo de la cárcel. Las preguntas de la sociología interpelan a las víctimas del encierro. Sociología junto a Psicología siguieron a Derecho en su aparición en la cárcel. Curioso, Sociología y Psicología nacieron juntas en la Facultad de Filosofía y Letras en los años ’50. Entonces eran una expresión de la modernización de la sociedad argentina, treinta años después esa herencia se trasladaba a esta experiencia de avanzada y de reconocimiento del derecho a la educación.

La carrera de Sociología, en sus orígenes, dentro del programa, amparó una tanda de estudiantes que incluyó a militantes encarcelados que encontraron en la carrera afinidades electivas y un refugio en el siempre hostil ámbito carcelario. Pero ésa fue una realidad parcial que no reemplaza la complejidad relativa de la sociología como opción de estudio en ese ámbito. La carrera de Sociología estuvo presente en distintas unidades penitenciarias, salvo las relacionadas con las fuerzas represivas. Así, tempranamente concurrió a la Unidad de Mujeres de Ezeiza, constituyendo hasta la llegada de Letras y los cursos de computación de Exactas la única oferta existente.

La pregunta sigue siendo productiva, ¿por qué se estudia sociología en un ámbito como la cárcel, donde no existe una valoración positiva del conocimiento no práctico y donde la actividad intelectual no es reconocida? Tampoco los habitantes promedio de la cárcel han adquirido la formación básica y los hábitos sociales que los preparan y habilitan para un desarrollo profesional, mucho menos en una disciplina no tradicional. Resulta difícil entonces hablar de una vocación sociológica en un sentido convencional.

A pesar de todas estas cuestiones, la carrera de Sociología ha cumplido 25 años de existencia y por sus aulas han pasado decenas y decenas de estudiantes que encontraron nuevos interrogantes y nuevos caminos. No pocos también encontraron un título de sociólogo/a.

Antonio Gades, seguramente uno de los mayores iconos de la danza popular española del siglo XX, decía que se había dedicado al baile porque en la España de su niñez, que se parece bastante a la actual, el hijo de una familia pobre, como era la suya, con muy pocos recursos y oportunidades, no tenía una elección vocacional. Que las posibilidades reales para aspirar a triunfar en la vida eran el fútbol, los toros o la danza. Y que de ellas la que le iba mejor era la danza...

La carrera de Sociología durante muchos años fue la única que se dictó en distintas cárceles, especialmente en la de mujeres. La apuesta no era a la sociología como vocación sino a la sociología como garante del derecho al estudio, de preservación de la dignidad y como arma del conocimiento.

* Coordinador de la carrera de Sociología en el Programa UBA XXII.