Mar 26.02.2002

UNIVERSIDAD  › ENTREVISTA CON UNA DE LAS CANDIDATAS AL RECTORADO

“La UBA debe ser repensada”

Alicia de Camilloni propone una “gran transformación” académica, administrativa y estructural, además de cambios en el reparto del presupuesto y un nuevo contrato social dentro de la universidad.

› Por Javier Lorca

“Quiero llevar adelante un proceso de transformación de la UBA que es necesario iniciar en el 2002”, dice Alicia de Camilloni, una de las candidatas a ocupar el sillón que Oscar Shuberoff dejará vacío en el rectorado de la UBA dentro de un mes, tras 16 años de gestión. Camilloni tiene 66 años, es profesora consulta de la Facultad de Filosofía y Letras, y, desde 1986, secretaria de Asuntos Académicos de la universidad.
–¿En qué consiste esa transformación que usted propone?
–La universidad debe ser repensada. El contexto mundial y nacional cambió, y la UBA tiene que modernizarse, necesita más que un maquillaje. Se debe lograr una organización administrativa al servicio de lo académico. Otra cuestión es la toma de decisiones. ¿Qué decisiones deben estar centralizadas y cuáles no? Hace falta una reforma estructural de la UBA, operar una descentralización interna en las grandes unidades y desarrollar muchos programas transversales interfacultades. Las decisiones políticas deberían ser centralizadas, si no la UBA se convertiría en una confederación de facultades y perdería la ventaja de ser multidisciplinaria. A la vez, hay que descentralizar la ejecución de las políticas. La distribución del presupuesto debe ser estudiada y se tendría que descentralizar el gasto, lo cual llevaría a bajar el presupuesto del rectorado. Por supuesto, el control debe darse en todos los niveles, para garantizar la transparencia. Hay que justificar cada gasto. Y esto implica un nuevo contrato social en la universidad.
–¿Qué debería pasar con el Ciclo Básico Común?
–Debe institucionalizarse sobre la base de una participación muy fuerte de sus docentes y de las facultades. Debería ser la primera parte de un ciclo general, con una orientación más definida que la actual en su relación con un conjunto de carreras. Y hay que estudiar una mejor adecuación de sus contenidos a las carreras. En segundo lugar, el CBC siempre cumplió funciones de nivelación, formación básica y orientación, pero también de selección. La selección hoy es casi azarosa. Debería ser adoptada ordenadamente, con estándares claros, hacerla racional y justa. Esa función hoy no es asumida, es sólo un efecto, y eso es peligroso.
–¿Eso implica cupos de ingreso?
–No. Quiero decir que, para evaluar el aprendizaje, hay que pensar cuáles son los estándares mínimos que el alumno debe alcanzar. Además, va a tener múltiples oportunidades de volver a rendir cada instancia de evaluación. Estoy en contra de los cupos y de los exámenes de ingreso.
–¿Y del arancel?
–También estoy en contra. Les cortaría la posibilidad de estudiar a muchos. Pero no basta con decirlo. Hay que hacer un esfuerzo sistemático para reducir los gastos privados de la enseñanza, porque el alumno carga con muchos gastos para estudiar: materiales, textos, equipos. Cada facultad debería analizar los gastos que implica y tratar de bajarlos.
–Usted integra la gestión de Shuberoff y él reconoce que apoya su postulación. ¿Usted sería la continuidad del shuberoffismo?
–Yo no reniego de la actividad que desarrollé y parte de la que se desarrolló en estos años. Pero hay cosas que quise hacer y no pude. Siempre tuve independencia de criterio y creo que me puedo recortar como alguien que hizo su trabajo de la mejor manera. Además, la continuidad, por la continuidad misma sería contraproducente para la UBA, sería peligrosa, porque es un tiempo que requiere grandes cambios.
–Hay gente del radicalismo, del llamado grupo Sushi, impulsando su candidatura. ¿Es la candidata de ese sector?
–No. Creo ser la candidata de grupos amplios de la universidad. Si algún miembro de ese grupo me apoya es exclusiva responsabilidad de esa persona. Quisiera que quede absolutamente claro que ninguno de ellos hablónunca en mi nombre. No tengo ningún compromiso con ellos y ningún compromiso que ellos asuman es mío. Mi candidatura no es política.
–Sin la hegemonía que hubo, ¿cómo debería ser la próxima gestión de rector?
–Hay que construir un piso mínimo de apoyo político. La estrategia más adecuada sería establecer cinco objetivos y poner plazos. Los responsables deberían dar cuentas en cada momento de los resultados obtenidos. Para eso hace falta decisión, capacidad de gestión, claridad de objetivos y acuerdo con las partes. Quizás en todo lo que querría hacer no encuentre apoyo, bueno, tendré que construirlo. Pero propondría empezar con cosas muy concretas.
–¿Con cuáles?
–La reforma administrativa sería una. La reforma estructural de la universidad podría llevar más tiempo, pero al menos respecto del CBC podría encontrar consenso. La generación de recursos propios es urgente. Al igual que la cooperación internacional, un área donde la UBA está muy rezagada. La reforma curricular tiene que ponerse metas a corto y mediano plazo, pero debe hacerse también con mucha urgencia. En todo esto debemos tener resultados visibles en menos de dos años.
–¿Qué propone en relación con la generación de recursos?
–La mayor parte de los recursos tiene que provenir del Estado y vamos a defender eso. Pero hay que generar recursos propios por dos razones: por insuficiencia del aporte estatal y también por una intención deliberada de vincularse con la sociedad. Y esto plantea un problema. Por un lado está la universidad como entidad académica y, por otro, eso que se denomina la universidad empresarial. Implican lógicas y prioridades distintas: en un caso es producir conocimiento y en el otro, generar dinero. Cuando colisionan, surgen conflictos y esto es lo que hay que evitar. En la UBA esa tensión se ha resuelto con la aparición de grupos que investigan y también administran recursos. Pero ese tipo de organización no está reconocida. Hay que legalizarlo y mejorarlo. Este problema es clave y parece oculto, nadie lo ve.
–¿Es necesario reformar los planes de estudios?
–Es indispensable revisar no sólo los planes de estudios, sino también los principios que desarrollamos en estos años. Estábamos proponiendo en los ‘90 un currículum por ciclos. No está mal. Pero estábamos usando el modelo continental europeo y hoy la universidad europea está cambiando su estructura. ¿Cómo quedamos nosotros si el modelo anglosajón llega a toda Europa? Nuestros graduados van a entrar en crisis. Antes la discusión sobre la correspondencia de nuestros títulos se daba con Estados Unidos, ahora se va a dar con toda Europa. No tenemos que copiar el modelo, pero sí pensar con qué estructura nos vamos a manejar.

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