Jue 14.03.2002

UNIVERSIDAD  › ENTREVISTA CON UN CANDIDATO AL RECTORADO

“La UBA no tiene base ética”

León Rozitchner afirma que la gestión de Shuberoff fue cómplice de “la destrucción de la Nación”. Propone una universidad emancipada de los partidos políticos y dice que el arancel sería un avance de “la corrupción neoliberal”.

› Por Javier Lorca

“La UBA estuvo determinada por partidos que entraban a través de componendas... Esto desvirtuó completamente el sentido de la universidad, que implica universalidad. ¿Qué universalidad sería ésta, si estaba restringida a un grupo de políticos y sus intereses?” Con un discurso a contrapelo del esbozado por los demás candidatos al rectorado de la Universidad de Buenos Aires, el filósofo León Rozitchner desgranó, en una entrevista con Página/12, sus críticas, ideas y propuestas.
–¿Por qué sostiene que la UBA fue cómplice del neoliberalismo?
–En estos años la Argentina fue un modelo de sometimiento y expropiación de los bienes nacionales. En ese contexto, (el rector Oscar) Shuberoff apareció como una réplica radical al menemismo, mientras que en realidad fue cómplice en la medida en que la universidad no movilizó a sus fuerzas internas contra el modelo neoliberal. La universidad tiene la capacidad de anticipar el futuro, entonces, uno se pregunta cómo la UBA se quedó callada frente a la destrucción de la Nación. Esa es la gran responsabilidad que tiene la universidad de Shuberoff, aunque hubiera sido lo mismo con otro de su partido.
–¿Cómo se reflejó esa complicidad en lo académico?
–En la disgregación de los saberes. Una de las consecuencias de ese proceso es la negación del concepto de totalidad, la atomización de los saberes, cada uno en su propio ámbito. Evidentemente corresponde cierta especialización, pero eso no quiere decir que no corresponda incluir cada saber en un ámbito mucho más amplio de otros saberes, respecto de los cuáles cada saber parcial adquiere sentido.
–¿Qué piensa del arancelamiento?
–El arancel hace aparecer la inclusión de cada estudiante en la universidad como un hecho privado a partir del dinero. Y este contrato hace que desaparezcan los lazos que deberían permitirle al estudiante incluirse en un espacio común y, por lo tanto, con sentido nacional. Porque, si vos pagás, sos un sujeto que compra conocimiento a quienes lo venden. Eso implica una concepción mercantilizada de la universidad. El arancel significaría una penetración de la corrupción neoliberal.
–¿El ingreso debe seguir siendo libre?
–La idea es que todo el mundo entre en la UBA. Pero no sólo eso. La universidad tiene la responsabilidad de enmendar la ineficiencia de la enseñanza secundaria con una preparación para darle a todos la misma oportunidad. Si no, es cada vez más una universidad para pocos privilegiados. Y, si es así, son privilegiados sin conciencia de quiénes les están concediendo ese privilegio y terminan defendiendo sus propios intereses, y no los de toda la población, que es la que sostiene a la educación pública.
–¿Cómo analiza la relación que la UBA mantuvo en estos años con los partidos políticos?
–La universidad estuvo determinada por partidos que entraban a través de componendas para ejercer una representación conquistada de un modo innoble. Era la universidad de un partido. El gobierno al menemismo, la universidad al radicalismo. No había posibilidad de sacar los pies del plato: los tres claustros estaban dominados por las componendas internas de un partido. Esto desvirtuó completamente el sentido de la universidad, que implica universalidad. ¿Qué universalidad sería ésta, si estaba restringida a un grupo de políticos y sus intereses? La universidad no se debe abstener de participar en lo político, sino que debe tomar una posición política por encima de los partidos y ser capaz de criticarlos.
–¿Qué debería caracterizar a un egresado formado en la UBA?
–Debería ser aquel hombre que, en su particularidad científica, incluya la universalidad, su pertenencia a una ciudadanía y a un sentido contradictorio del mundo. No puede ser un sujeto en el que no estén presentes las contradicciones actuales del mundo y que, dentro de ellas,no tome partido. Dentro de cada perspectiva teórica se debería incluir la perspectiva de todos los hombres. Si no, estaríamos haciendo una ciencia sin base ética. La UBA no tiene una base ética.
–¿Qué tipo de relación tendría que establecer la UBA con la sociedad?
–Esa relación aún debe ser creada. Y no basta con que un grupo de universitarios vaya a los barrios. Eso está bien, pero no define una política universitaria, que es mucho más compleja y puede movilizar una enorme cantidad de fuerzas. La UBA dice que hace extensión, pero es una especie de astucia para hacer creer que hace algo. Se restringe a una concepción pueril. La carrera de Comunicación, por ejemplo, debería ofrecer un canal de televisión. Es increíble que hoy, cuando los medios están en poder de grandes grupos, la UBA ni siquiera tenga una radio para presentar una voz diferente.
–¿Qué piensa de la inversión de capital privado como un aporte adicional al financiamiento estatal?
–Toda irrupción del capital privado implica un toma y daca. Ya estamos bastante inficionados por las categorías del capitalismo como para permitir que el capital financiero desvirtúe a la universidad con sus modos de pensamiento y pretenda construir hombres adecuados al sistema. Hoy esos dineros están facilitando ciertos laboratorios, pero ¿a quién pertenece el conocimiento que ahí se produce? El saber es una propiedad histórica, no es de nadie. El capital financiero está intentando apropiarse de una riqueza que no le pertenece.
–¿Su candidatura es simbólica o realmente pretende ser rector?
–Es simbólica en la medida en que no puede materializarse porque los votos de profesores, egresados y estudiantes están ligados a intereses políticos y a otros intereses inconfesables. Lo nuestro aparece con el valor simbólico de mostrar que hay una apertura posible, se puede pensar otra cosa. Hay un grupo de personas cuya calidad intelectual es innegable, y al cual me honra representar, que expresa una parte muy importante de la cultura argentina y que nunca tuvo cabida en la UBA. Los demás candidatos, casi todos, no tienen relevancia respecto de la cultura. ¿Quiénes los conocen, qué han hecho? Y lo digo sin desmerecer a nadie. Además, en esta coyuntura, la izquierda no tiene un candidato que la represente.
–Si la materialidad de los votos lo favoreciera, ¿qué sería lo primero que haría como rector?
–Poner a la UBA en estado de asamblea para realizar un debate sobre los grandes fines nacionales, y la reconversión y transformación de todas las carreras en función de esos fines. La primera propuesta debería ser debatir cómo hacer para recuperar una Nación en cuya caída la misma universidad ha participado.

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