UNIVERSIDAD
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“El reformismo fortalecido”
Por Martín Marcos *
Desde las heroicas jornadas de Córdoba en 1918, la universidad argentina ha debatido la actualidad y pertinencia de la Reforma Universitaria. Este cuerpo de ideas ha tensionado el debate universitario desde hace 84 años. Su impulso modernizador ha tendido siempre a democratizar y hacer más plural, y por lo tanto más compleja, la vida de los claustros, frente a los que, desde distintos lugares y con variados ropajes, han pretendido una universidad cerrada en sí misma, homogénea y acrítica, y, por lo tanto, más “tranquila” y menos “conflictiva”. Esta tensión ha estado presente desde la propia génesis de la institución y el movimiento reformista con sus principios de autonomía, cogobierno, libertad de cátedra y compromiso social, ha generado un modelo de universidad que hoy sigue siendo respetado y referenciado por la comunidad académica internacional. Es imposible generar conocimiento nuevo sin poner en duda el saber establecido, sin asumir una actitud crítica frente a lo dado. Por lo tanto, la tensión y el conflicto son intrínsecos a la vida universitaria y, para poder procesarlos productivamente, es necesario un modelo institucional que dé cuenta de ello y que no le tenga miedo a la pluralidad, la transgresión y el debate; sino que incorpore estos elementos como parte de un trabajo creativo y movilizador. Ese modelo ha permitido que la universidad pública argentina haya sobrevivido con mucha dignidad y reconocido prestigio en un país con una historia institucional extremadamente traumática, que en las últimas décadas se ha caracterizado por demoler sistemática e irresponsablemente todas y cada una de las instituciones que le dieron status de nación. El modelo reformista pudo ponerse en práctica con plenitud en sólo dos períodos de la dilatada historia de la UBA: de 1956 a 1966, la llamada “edad de oro” brutalmente cortada con “la noche de los bastones largos”; y desde 1983 hasta hoy, tras la recuperación de la democracia.
La reciente asamblea universitaria surgida de este diseño institucional, con el mismo estatuto y con prácticamente la misma comunidad científicoacadémica que se fue fortaleciendo en los años de gestión del Dr. Oscar Shuberoff, eligió un nuevo rector. A diferencia de lo que algunos esperaban, el Dr. Guillermo Jaim Etcheverry se ha presentado como una suerte de síntesis entre continuidad y renovación. Reconociendo que el modelo reformista constituye el cimiento de la universidad pública argentina y que es parte del capital que todos los que integramos la UBA hemos consolidado en estos 16 años de vida institucional en democracia. Pero el gran triunfo intelectual y político del reformismo, que ya no admite dueños ni paternidades, es que su pensamiento fue la plataforma de presentación de los tres candidatos más votados en la asamblea, porque tanto el nuevo rector como Aldo Ferrer y Félix Schuster han sido y son dignos representantes de la tradición reformista, y quienes apoyamos a unos y a otros, desde distintos claustros y diferentes pertenencias generacionales, hemos reafirmado nuestras convicciones y las ideas de la reforma. Por eso, hoy, en medio de tanta desesperanza, podemos sentirnos satisfechos y con moderado optimismo, porque el reformismo en la UBA, tras 84 años de vida, no sólo está vigente, sino que además se ha fortalecido.
* Consejero directivo de la Facultad de Arquitectura (UBA).