› Por Javier Lorca
¿La calidad académica está por encima de los derechos individuales? Desde su peculiaridad institucional, la universidad pública pone en entredicho concepciones afianzadas en otros espacios sociales. A la constante tensión entre autonomía universitaria y necesidades nacionales, hoy se añade una discusión hace tiempo latente, replanteada por los gremios docentes: ¿qué valor debe predominar, la estabilidad laboral de los docentes en tanto que trabajadores o su selección y recambio por concursos académicos para elegir (¿cómo?) a los mejores? La tradición y la normativa vigentes en la UBA, que sostienen la segunda opción, son puestas en cuestión por varios conflictivos casos recientes que, como resultado, dejaron a docentes sin trabajo.
El tema es complejo y tiene muchas aristas. Reducido casi a un slogan, podría citarse como una disputa entre miradas academicistas y miradas gremialistas. La discusión más intensa se está desarrollando en la Facultad de Ciencias Exactas e involucra a docentes auxiliares, aunque excede el claustro: un caso extremadamente sensible afecta a un profesor de la Facultad de Psicología (ver aparte).
En la universidad pública los profesores deben ser seleccionados por concursos abiertos y periódicos. A diferencia de otras facultades de la UBA –donde el sistema de ingreso a la docencia es más difuso–, Exactas también concursa los cargos de docentes auxiliares. El régimen es distinto al de los profesores: mientras éstos –por estatuto de la UBA– concursan cada siete años y tienen una chance de renovación al término del primer período, los auxiliares concursan –por disposición de la facultad– cada tres años sin prioridad para renovar, es decir, siempre compiten con los aspirantes al cargo.
Lo que acaba de ocurrir en Exactas es que, según denunció el gremio AGD, nueve docentes auxiliares con dedicaciones exclusivas perdieron los cargos, varios de ellos con 20 años de antigüedad, cerca de la edad jubilatoria y, por eso, con dificultades para reinsertarse en el ámbito académico y científico. “Ninguno de estos docentes quedó fuera del orden de mérito en sus concursos. Incluso fueron felicitados por su nivel académico. Pero un docente auxiliar puede llevar años trabajando correctamente y un buen día, por una centésima de punto en un concurso, puede ser desplazado y quedarse en la calle. Con lo cual, además, el país se da el lujo de despilfarrar recursos humanos altamente capacitados”, dijo Fabio Kalesnik, docente y dirigente gremial. “Los docentes no contamos con derechos laborales básicos que se deberían respetar, como la estabilidad laboral y el derecho a una indemnización.”
Ante el reclamo sindical de continuidad de los docentes, el decano Jorge Aliaga advirtió que “de darse curso a esta demanda, se generaría, según como ésta se implemente, un aumento indiscriminado e incontrolable del plantel docente auxiliar... o bien el taponamiento de los cargos existentes impidiendo de plano el ingreso de gente nueva y cerrando toda posibilidad a los jóvenes”. En ese contexto, convocó a la comunidad de la facultad a reflexionar y discutir la situación.
Consultado por Página/12, el investigador Alberto Kornblihtt, miembro de la agrupación mayoritaria de profesores, sostuvo que “los concursos abiertos y periódicos son importantísimos para garantizar la calidad de los profesores y los docentes... En muy pocos casos se da que un docente pierde su cargo en un concurso. En ese caso, el problema es en qué lugar del orden de méritos quedó. Si queda décimo entre doce y hay seis cargos, evidentemente esa persona no acumuló el saber suficiente para continuar. Plantear la estabilidad más allá de las capacidades académicas es contradictorio con las características que debe tener la universidad... Es cierto que hacen falta más presupuesto y más cargos docentes, pero para nombrar al que tiene más méritos”. Tras destacar que la facultad no hace más que respetar la normativa vigente, Kornblihtt coincidió con que “en términos laborales, la figura de la indemnización sería pertinente”.
Con otro enfoque, Néstor Correa, secretario general de AGD, cuestionó “un concepto perverso de excelencia académica, desprendido de todo valor histórico y social”, asociado a muchos parámetros usados para evaluar a los docentes (ejemplo típico: cantidad de papers presentados en congresos o publicados en revistas con referato). “Reivindicamos la carrera docente con ingreso por concurso y evaluación permanente. Pero defendemos un concepto de excelencia que sea resultado de una producción académica valorada desde el interés colectivo y en una universidad que trabaja en relación con las necesidades sociales. Rechazamos la idea de excelencia como resultado de un camino individual, competitivo con los colegas, basado en criterios burocráticos y mercantilizados.”
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