Rubén Hallú fue designado candidato a rector de la UBA con el acuerdo de la mayoría de los decanos de facultades. En esta entrevista explica esa decisión y analiza el estado de la UBA.
› Por Javier Lorca
A siete meses de iniciada, la crisis de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ya devoró casi a una decena de candidatos a rector. Ahora, en lo que será el último intento del año por normalizar el gobierno académico, la mayoría de los decanos de facultades, en un acuerdo políticamente transversal, postula a una fórmula peronista: Rubén Hallú y Jaime Sorín como candidatos a rector y vicerrector, propuesta que ya fue rechazada por la izquierda estudiantil que conduce la FUBA. En su despacho de la Facultad de Ciencias Veterinarias, Hallú recibió a Página/12.
–Usted es uno de los decanos con perfil más bajo, ¿por que resultó elegido como candidato de consenso?
–Toda mi vida cultivé un perfil bajo, aun en mis cargos en la facultad, como secretario, vicedecano y decano. No es mi forma de trabajar tener una exposición alta, prefiero el diálogo. Cuando empezamos a buscar una solución entre los decanos, surgió mi nombre. Yo no pensaba ser candidato a rector. Justamente, mi forma de ser puede haber sido una ventaja para encontrar puntos de consenso para llevar adelante una gestión.
–El pacto de gobernabilidad entre los decanos...
–No es un pacto, sino un acuerdo. No es lo mismo, no se trata de un reparto. Esa sería una visión muy negativa. La positiva es que se intenta conformar el mejor gobierno posible con personas de diferentes opiniones. Y no es sólo un acuerdo de los decanos. Empezó como una propuesta de los decanos y después, con diferentes grados de avance según los casos, se discutió también con la comunidad y los consejeros de las facultades.
–¿Qué implica el acuerdo?
–Decidimos anteponer la situación de la UBA por sobre cualquier otra diferencia. Eso nos llevó a discutir cuáles eran los problemas de la UBA y cómo solucionarlos. Llegamos a la conclusión de que lo mejor era construir un programa de consenso, buscando en cada área los puntos donde todos coincidimos.
–¿Qué es lo central del programa?
–Todo. Me resulta difícil establecer prioridades. ¿Qué es más importante, resolver los problemas del Hospital de Clínicas o los problemas de infraestructura que tienen facultades como Psicología, Sociales u otras? Son todas cuestiones importantes. El aspecto presupuestario de la universidad es crítico. Pero, de hecho, no todos los problemas se resuelven con más plata. Para reformar el estatuto, para concursar a los profesores interinos, para ofrecer posgrados académicos gratuitos para docentes y otros puntos del programa no hacen falta más recursos. Para otros sí, rentar a los docentes ad honórem que cumplen funciones, aumentar las dedicaciones exclusivas...
–¿Cree que hay que reformar el estatuto de la UBA?
–Hay que revisarlo y reformar algunos aspectos. Esto amerita un debate muy profundo dentro de la comunidad universitaria, con consultas a la sociedad. Mi opinión no es nueva: hace años, como consejero, apoyé propuestas para, por ejemplo, incorporar a los no docentes dentro del cogobierno. También hay que limitar la reelección indefinida del rector.
–El acuerdo de gobernabilidad incluye una distribución de las secretarías del rectorado.
–En realidad, estuvimos charlando más de estructuras que de personas. Por ejemplo, hay acuerdo en que habría que crear una Secretaría de Planeamiento, que hoy no existe. También hay preocupación por la poca importancia que se le dio últimamente al área de relaciones internacionales, pero no definimos cómo se resolverá. Después iremos viendo cómo se conforman los equipos de trabajo.
–La FUBA ya anunció su rechazo al acuerdo y a la fórmula Hallú-Sorín.
–Lo lamento, pero no me alarma. Lamento mucho que un grupo de estudiantes quiera imponer por la fuerza lo que no puede conseguir con la razón y el debate. No son metodologías adecuadas para la democracia. Y no me preocupa la diversidad de ideas, al contrario. Incluso comparto algunos de sus reclamos, como la necesidad de reformar el estatuto. Las diferencias deberían resolverse civilizadamente, discutiendo y votando. No nos negamos a ningún debate, al contrario, son esos estudiantes los que están impidiendo la discusión.
–¿Cómo y cuándo se va a organizar la asamblea para elegir rector?
–La idea es hacerla antes del 10 de diciembre, pero no hay nada acordado sobre las condiciones. Primero vamos a avanzar en la definición de la sede. No tiene por qué ser en el Colegio Nacional de Buenos Aires... Cuando decidamos el lugar, se verá qué medidas son necesarias para garantizar la asamblea. Estamos analizando varias sedes posibles. Y si no podemos sesionar, nos iremos a otro lado, cosa que hasta ahora no se hizo. Quizá debamos preparar más de un lugar, por si tenemos que trasladarnos.
–El rumor dice que la sede será el Congreso nacional.
–Se está evaluando también, no dejamos ninguna posibilidad afuera.
–Pero el reglamento de la UBA dice que la asamblea debe hacerse en una sede de la universidad.
–Dice eso y sería lo adecuado en condiciones normales. Ya intentamos cinco veces hacerlo así. Pero la situación actual es especial y no está contemplada en el reglamento. Además, el Congreso no es cualquier sede, no es una cancha de fútbol. Y hay antecedentes de asambleas que se hicieron afuera, no recuerdo en qué año se hizo en el Teatro Cervantes. En última instancia, la asamblea es soberana, puede cambiar todas las normas de la universidad y, si da por válida la sesión, la asamblea será válida. Como hay una voluntad muy amplia, creo que esta vez la asamblea se va a hacer.
–El próximo miércoles hay sesión del Consejo Superior, ¿se va a convocar la asamblea?
–Hasta ahora no hay ninguna propuesta elaborada. Pero tenemos que salir de esta situación pronto. La UBA no puede seguir con este grado de locura institucional, con un grupo de estudiantes que no dejan funcionar ni siquiera al consejo. Los argumentos que ponen son excusas para perjudicar a la universidad. Realmente, es casi querer destruir a la UBA.
–¿Este sexto intento de reunir la asamblea es la última posibilidad de superar la crisis en forma más o menos ordinaria?
–Bueno, no sé si es lo último, pero si esto no se resuelve ahora no sé qué daño puede sufrir la UBA. Si aún hoy estamos pagando los daños por la Noche de los Bastones Largos en 1966... No sabemos cuánto tiempo vamos a pagar las consecuencias de esta crisis, que es de la UBA pero afecta a la visión social de todas las universidades públicas, gratuitas y cogobernadas.
–¿Hay un plan B por si vuelve a fracasar la asamblea?
–No estamos pensando en eso, estamos totalmente convencidos de que va a haber asamblea. No imaginamos qué puede pasar si no se hace.
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