UNIVERSIDAD › OPINION
› Por Marcelo Langieri *
La Universidad de Buenos Aires atraviesa una situación de empate estratégico entre sus fuerzas en pugna. Unos carecen de la legitimidad necesaria para avanzar y otros carecen de la fuerza suficiente para ir más allá de la impugnación. La renovación, que tuvo mayor o menor éxito según las circunstancias, pudo impedir la asunción de Alterini o imponer la agenda de la reforma. Pero su sectarismo e infantilismo la sometieron a un gran desgaste y alentó la división de los sectores críticos del estado de cosas.
Qué hacer para destrabar la situación, cómo romper el aislamiento de los sectores más dinámicos. Quizás aporte deconstruir una mirada de sospecha sobre el movimiento estudiantil de izquierda, mirada alimentada por una parte de éstos. En la UBA existe una mirada neomacartista de cuño progre que termina muchas veces identificando al estudiante como desestabilizador y que centra su preocupación en la construcción de una hegemonía sobre la base de la imposición del claustro profesoral. Esta mirada ignora que no puede haber universidad sin movimiento estudiantil y que parte del movimiento estudiantil realmente existente es éste. Aquí fracasa el realismo del que se hace gala cotidianamente.
Tampoco puede haber universidad sin profesores (docentes) y difícilmente pueda haber una transformación de la universidad sin la construcción de una relación fecunda entre ambos. Al movimiento estudiantil le cabe hoy la responsabilidad de derrotar las políticas infantiles y consignistas para asumir la lucha por una universidad al servicio de los intereses del pueblo. Que discuta, cuestione y reflexione sobre la rica realidad nacional y latinoamericana sin reduccionismos simplistas y sin el vértigo agitador de una política que termina resultando desmovilizadora.
Si el movimiento estudiantil no resuelve creativamente sus contradicciones, la UBA difícilmente va a salir del actual atolladero. Si su suerte dependiese de la iniciativa y decisión de sus sectores progresistas: ¡ay! de la UBA. Muchas de las circunstancias por las que atraviesa el movimiento estudiantil tienen una relación con la crisis de la izquierda. En nuestra facultad, y de manera especial en Sociología, ser de izquierda, en un sentido amplio, es un valor apreciado por la mayoría.
Los jóvenes militantes, inquietos, críticos, estudiosos, son parte de nuestra mejor tradición. Son la mejor herencia de aquellos jóvenes luchadores, revolucionarios, rebeldes que solemos recordar como desaparecidos. Algunas fuerzas políticas, que lograron preservarse de los efectos de la represión, tuvieron poca relevancia en los ’70, otros creen que la película comienza cuando ellos llegan al cine. Sin embargo, unos y otros no tienen la misma humildad para pararse frente al presente. A éstos corresponde reclamarles cierta austeridad. ¿Quién tiene autoridad para dar lecciones de política o de moral? No se trata de evaluar tendencias políticas: allí están el recuerdo y ejemplo de Emilio Jáuregui, Santucho y del Vasco Bengoechea para comprobarlo. En la Argentina siempre existieron la vereda y la calle, y cada cual estuvo donde tenía que estar.
* Secretario académico de la Carrera de Sociología (Ciencias Sociales–UBA).
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