“Colegio tomado contra el Consejo Superior”, dice el cartel que recibe a los alumnos, docentes, no docentes y visitantes que se acercan al Colegio Nacional de Buenos Aires, sobre Bolívar al 100. Con la sede tomada desde el lunes a la noche, sin clases, los alumnos controlan el ingreso y egreso de personas del edificio. Incluso, a partir de las 22, abren un registro de quién entra y quién sale de la escuela dependiente de la UBA.

“Ya te atienden, pero tenés que esperar del lado de afuera”, avisa una chica apostada en el hall de entrada, junto a un grupo de otros adolescentes. Los chicos que entran llevan cargadas sus mochilas sobre los hombros “por las dudas”, quizás algún profesor acepte la invitación de los alumnos de dar clases mientras continúa la ocupación. Bien guardada en un estuche negro, una guitarra cuelga de la mano de un estudiante que entra con la idea de matizar la noche que promete ser fría.

A la izquierda, bajo los andamios que ya casi forman parte de la fachada del edificio centenario, otro cartel reclama: “A la comunidad educativa: queremos diálogo”, firmado por “los estudiantes”.

En las escalinatas, dos adolescentes le preguntan a una chica por qué está afuera del colegio. “No estoy de acuerdo con la toma”, responde. Una pareja de amigos recién salidos del colegio comenta ante este diario su disgusto porque no tienen clases “pero las pruebas las van a tomar igual”. Pronto se acerca otro estudiante, más grande, que les recuerda que “no se puede hablar con la prensa. Fue votado en la asamblea”. Después de encoger los hombros, los dos chicos piden disculpas y se alejan hacia la Plaza de Mayo.