Vie 31.01.2003

UNIVERSIDAD • SUBNOTA  › OPINION

El cierre del CEA

Por Pablo Vommaro *

El proyecto para disolver el Centro de Estudios Avanzados de la UBA, que el Rectorado presentó en el Consejo Superior (CS) en la última sesión de 2002, expresa el estado actual de nuestra universidad.
Democracia y participación. El gobierno de la UBA es muy poco democrático. El proceso de toma de decisiones no incluye la participación real de los sujetos involucrados. La delegación, la representación y la verticalidad se combinan con el elitismo y lo estamental. Durante 2002 esto se profundizó. Al igual que con el Programa de Adultos Mayores que funciona en el Rojas, el proyecto sobre el CEA no contempla la participación de quienes trabajan allí ni del resto de la comunidad universitaria. Desde la minoría estudiantil presentamos un proyecto, con minoría de graduados y mayoría de estudiantes, para que la participación directa esté en la base de la toma de decisiones sobre la necesaria y urgente reestructuración del CEA.
Responsabilidad y transparencia. Junto a la mercantilización, la corrupción fue una característica de la gestión shuberoffista. A pesar de sus dichos, poco hace la actual gestión para revertirlo. El CEA fue un nicho de corrupción y clientelismo del shuberoffismo. Allí no existen evaluaciones, concursos ni gobierno colegiado. Pero el proyecto del Rectorado no dice nada al respecto. Como con Ubatec, Ubanet, Ubasalud y Eudeba, en su reestructuración o liquidación no está contemplada una evaluación académica, administrativa y financiera. El mecanismo es perverso. Se reconoce la situación irregular, se busca interrumpirla, pero sin investigar ni castigar a los responsables. La impunidad se perpetúa. Además, quien dirigió el CEA los últimos 8 años es hoy decana de Psicología y miembro del CS. El proyecto que presentamos también propone evaluar profundamente el CEA, desde su creación hasta el presente, antes de formular una propuesta seria.
Politización. La pregunta sobre qué universidad queremos construir parece no interesarle a quienes ocupan lugares de gobierno en ella. A pesar de proclamarlo al asumir, el rector hizo poco por politizar la UBA. El carácter político de las decisiones se disfraza con tecnicismos o academicismos. No se concibe la política como una práctica creativa y transformadora, ahogándola en una mediocre gestión de lo dado. Y en el CS abundan los peores vicios de la política tradicional. Es necesario emprender un debate acerca de qué conocimiento queremos creando espacios para producirlo no sólo en la comunidad académica, sino también con el resto de la sociedad y sus organizaciones.
Universidad alternativa. Ante la mercantilización neoliberal de la universidad, la reacción fue refugiarse en un academicismo estéril. Hace rato que la UBA no produce conocimiento transformador. En el mejor de los casos reproduce saberes autorreferenciales. Los espacios interesantes son la excepción. El mercado o el campo académico son los validadores del conocimiento. El rol de la universidad en el proceso de cambio social no es una preocupación prioritaria. Domina la discusión presupuestaria. Es importante, pero no alcanza. Es sobre la construcción de conocimiento (no solo en la universidad) el debate central que tenemos que dar. La universidad actual se cambia desde lo cotidiano y en forma autónoma, participativa y horizontal. Confluir con las organizaciones populares es imprescindible. Crear espacios autónomos, también. A la vez que criticamos y alteramos lo actual tenemos que ser capaces de crear lo alternativo conpasión, alegría y paciencia. Este camino tiene más preguntas que respuestas.
* Consejero superior de la UBA, Frente de Agrupaciones Independientes (CEUP-La Mariátegui).

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