Mar 18.04.2006

UNIVERSIDAD • SUBNOTA

La legitimidad en cuestión

› Por J. L.

Diversos sectores de la comunidad universitaria –agrupaciones de izquierda, gremios de docentes y no docentes, entre otros– cuestionan la legitimidad del gobierno universitario y de la asamblea que debe elegir rector. ¿Por qué? Centralmente, hay dos tipos de reclamo. Uno es el de los que no tienen un claustro que los represente en el cogobierno de la UBA: la gran mayoría de la planta docente y la totalidad de los trabajadores no docentes. Y el otro es el planteo de los sectores estudiantiles, que pretenden una representación mayor a la vigente.

Al cogobierno de la UBA lo integran tres claustros, que forman los consejos directivos de las facultades y el Consejo Superior de la universidad: todos ellos forman, a su vez, la asamblea universitaria. El claustro de profesores detenta el 50 por ciento de las bancas en los consejos de las facultades (8 consejeros sobre 16, sin contar al decano, que también es profesor). Los claustros de graduados (únicamente los que se hayan empadronado) y de estudiantes (todos los alumnos) tienen el 25 por ciento restante cada uno.

La planta docente de la UBA está compuesta por dos jerarquías: profesores y auxiliares. Los primeros pueden ser plenarios, titulares, adjuntos o asociados (y consultos o eméritos, los jubilados distinguidos). Por su parte, los auxiliares pueden ser jefes de trabajos prácticos o ayudantes de 1ª o de 2ª.

Ahora bien, el claustro de profesores, por un lado, excluye a los auxiliares, quienes sólo pueden participar del cogobierno como graduados (que tiene menor peso). Un dato: según el último censo realizado en la UBA (2004), la planta cuenta con más de 28 mil docentes. De ellos, el 24,2 por ciento son profesores y el 75,8 auxiliares. Por otro lado, el claustro sólo admite a los profesores regulares y excluye a los contratados o interinos. Es decir, sólo los seleccionados por concurso pueden votar: son unos 3700. Como el llamado para concursar un cargo es una decisión de las autoridades, es habitual –en la UBA y otras universidades– el manejo discrecional de los llamados, según conveniencia del poder de turno. Así se puede controlar el padrón de votantes.

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