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Desobediencia civil en Sociología
Por Inés Izaguirre *
Deseo contestar las opiniones vertidas en Página/12 por Emilio Cafassi, quien fue director de la carrera de Sociología hasta el 31 de marzo y de la que ambos somos profesores. Su discurso sugiere la idea de “caos” en Sociología: grupos estudiantiles de izquierda disputando, flagrante violación a las normas electorales, maniobras de sustracción de quórum por parte de los alumnos para evitar su reelección como director (pues era el candidato de la lista ganadora), incitación a semejante desorden por parte de las listas perdedoras de profesores y graduados, un auxiliar docente electo por los alumnos para director y, para coronar tanto desaguisado, un decano complaciente.
Cafassi acaba de escribir un libro (Olla a presión) donde interpreta el 19 y 20 de diciembre fuera de la lógica del partido del orden que ha seguido en su análisis de la carrera. Propongo una lectura sociológica, no reglamentarista, del proceso que protagonizan nuestros estudiantes. Por primera vez en años están desobedeciendo a la autoridad. Las últimas veces que recuerdo fuertes movilizaciones “desobedientes”, menos organizadas que ahora, fue en la posdictadura, cuando echaron de las aulas a varios profesores renuentes a dejarlas y exigieron la reincorporación de los cesanteados (entre ellos Ernesto Villanueva y yo); cuando corrieron por el edificio de M. T. de Alvear al capitán Lazzari, interventor de Sociología en la dictadura, que venía a votar “democráticamente” como graduado; cuando impidieron, también a la fuerza, que E. Castillo (adjunto de Pistoletti, ambos profesores de la dictadura) asumiera su “representación” en la junta por una lista de graduados poco afecta a los “zurdos”. Todas acciones saludablemente fuera del reglamento.
Hoy, desde los hechos de diciembre, se ha producido un clima favorable al cambio en el interior de la carrera. Los alumnos plantearon, ya en sus propuestas preelectorales, un reclamo político de igualación en la elección directa del director de carrera, con voto universal y claustro único, tal como se aplica en Exactas desde 1990. Muchas veces en la última década nos preguntamos qué les pasa a estos jóvenes que estaban tan dormidos. Pues bien. Ahora se despertaron. Y lo hacen a su modo, a su estilo, no necesariamente como nos gustaría. No obstante, han sido enormemente prolijos en todas las acciones que emprendieron. Hicieron una elección voluntaria ejemplar, hasta con escribano en el escrutinio: 1220 votos le dijeron no a Cafassi, sobre un total de 2400 estudiantes reales (el CBC no votó). Claro, sólo votó un 20 por ciento de auxiliares y profesores. Es poco, pero es la primera vez y en elección no obligatoria. Nada que ver con la elección oficial de profesores de noviembre, donde su lista ganó con 68 votos a la lista de izquierda, que obtuvo 34, pero donde 12 profesores no pudieron votar gracias al control institucional, como lo llama Cafassi. Los estudiantes reclaman lo mismo que el pueblo le exige al poder político: no a la impunidad en la acción de las dirigencias, y que la representación deje de ser ficción normativa. Están ejerciendo la desobediencia civil, la desobediencia a la autoridad. No es fácil hacerlo. Como señala Milgram, es uno de los actos más difíciles y de mayor costo psicopolítico aun cuando estén convencidos (como varios de nosotros los profesores) de la justicia de la demanda y de la mezcla de conservadurismo burocrático, legalidad formal y falta de imaginación que se les opone. Quieren cambiar la carrera, quieren recuperar el pensamiento crítico y las prácticas sociales solidarias. Merecen nuestro respeto.
* Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y del Conicet.
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