Creció en Corrientes, Misiones, Necochea. Se recibió de abogado pero nunca ejerció. En cambio, se hizo al mar en barcos mercantes. Conoció países de Europa y América. Mientras tanto, la poesía, esa “perpetua partida hacia lo desconocido”, entraba en posesión de su vida.

Tres pasiones para el marinero Molina: la poesía, las mujeres y los viajes. También pintaba. Alguna vez, al releer su obra, dijo que esa suma de libros era el relato de su vida.

Ahora escribe el capítulo final de ese relato, se despide de las mujeres, los viajes y los instantes fundadores. Revisa su vida y mira el futuro exacto y abismal que lo espera con esa paciencia irónica que tienen siempre los que vencen. Deja un legado para herederos dispares: un amigo, la basura, alguna amante, las nubes, el polvo, el entusiasmo, el vértigo del mundo –a cada uno lo que le corresponde–.

En su única novela, Una sombra donde sueña Camila O’Gorman, Molina abre y cierra el libro con la luz de un relámpago. Al principio, vemos a Camila huyendo con su amante, “iluminada por el relámpago nacido del vuelo de un pájaro” y al final volvemos a verla, fusilada, mientras sus padres y el obispo se alejan “vengados del relámpago de poesía que había trazado sobre el horizonte de su miseria”. La poesía, entonces, puede iluminar lo que nunca se ve, puede meterse allí, donde no ingresan ni la ficción ni la crónica, y en El adiós esa luz de relámpago de la poesía ilumina la vida de Molina.

Este libro es la despedida del autor de Pasiones terrestres, Fuego libre, Los últimos soles, Monzom Napalm, El ala de la gaviota. Saluda a los amigos, las mujeres, los viajes. Pero no hay desamparo en esa tristeza franca y asombrada porque hay algo que queda, algo que no se va: su mismo adiós, escrito para siempre.