Sáb 10.03.2012

VERANO12

El señor de los cocodrilos

› Por Leonardo Moledo

El cuento por su autor

En la memoria todo es ficticio, del mismo modo que lo es en una película, aunque se trate de un documental, o de una película de reconstrucción histórica. Desde ya, la ficcionalidad debe separarse de la verdad o falsedad, o de la adecuación a la verdad; en realidad, las imágenes de la memoria son ficticias, porque no están aquí realmente: puedo recordar una mesa, y la mesa–recuerdo es sólo una ilusión de la mente. La verdad es que vivimos en un presente perpetuo suspendido sobre el océano de la memoria, que es la que nos conecta con el pasado. Entonces, ¿qué pasa si queremos construir memorias futuras? En realidad, si lo pensamos un poco, el presente es, de por sí, una memoria futura; la famosa pregunta de ¿a dónde se va el pasado? tiene una respuesta que es: a la memoria, a la ficción.

Tal vez esto sea un poco confuso, pero es lo que trata de hacer el protagonista de “El señor de los cocodrilos”: construir una memoria futura que le dé consistencia, perdurar en la memoria de otros (en este caso los dos chicos), llegar a ser un personaje de ficción.

Todo lo referente a la memoria es confuso, porque la memoria es confusa y –no hay que olvidarlo– es la que nos constituye como sujetos; al fin y al cabo, si no puedo recordar(me) hace cinco minutos, se rompería la continuidad temporal, imprescindible para la existencia del sujeto. ¿Tienen memoria los anima-les? ¿Siguen siendo sujetos los pacientes de Alzheimer? En fin…

Me parece recordar ahora que la primera escena del cuento realmente ocurrió, y que de alguna manera estuve involucrado en ella (¿en cuál de los papeles?). El resto es ficción, y nada significa nada.

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