› Por Luis Gusmán
El título de este cuento proviene de una canción que escuchaba en mi juventud. En los años sesenta la cantaba el grupo Los Iracundos. Esta “Moritat” era una versión en castellano del poema de B. Brecht y K. Weill: “Mack el cuchillero”, cantada por grandes como Sinatra, la Fitzgerald o L. Armstrong. Pero la versión de Los Iracundos no tenía nada que ver con la letra del original. Cantada en castellano, hablaba del encuentro de un muchacho con una chica en un baile, una sola noche. Con los años, el muchacho recordaba “aquellos besos que nos dimos sin saber”. Nada que ver con la canción, la versión del poema de Brecht, que cuenta una historia de puerto, un domingo azul cuando Jenny Towler apareció con un puñal clavado en el pecho. Pero todo esto no lo sabía cuando escribí el cuento. Era como los besos sin saber, lo iba a saber muchos años después.
El cuento dice que el primer amor siempre está destinado a perderse en citas y desencuentros con la primera chica y el primer beso.
Con las moscas, me sucedió lo mismo que con la versión culta de Moritat, me enteré muchos años después de este cuento y del “mosca” de mi novela Villa, que la literatura argentina estaba llena de moscas.
Hasta tal punto, que recién hace un año escribí un largo ensayo con el título de “Esas imbéciles moscas”. El título proviene de una frase de O. Masotta. R. Zelarayán escribió un poema dedicado a Masotta titulado: “Piedad por esas imbéciles moscas”. Las moscas están en El matadero, en Las Causeries de Mansilla, en una Aguafuerte de Arlt, en L. Lamborghini, en Raúl Santana.
En los años setenta en la revista Literal la frase de Gombrowicz: “basta que vuele una mosca para que el lector se distraiga”, era un pequeño manifiesto, una manera de privilegiar la lectura interrumpida. E. Canetti dice que alrededor de todo escritor siempre anda revoloteando una mosca.
Pero quizá la moraleja de “Moritat”, si es que la tiene, se acerca más a la frase que podemos leer en Macbeth: “Los hombres son para los dioses como las moscas para los niños traviesos, las matan para divertirse”.
Es posible que en “Moritat”, el personaje sintiera que ante el primer amor, un muchacho siempre es una mosca en manos de los dioses.
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