Vie 21.02.2014

VERANO12

Mariposa

› Por Antonio Dal Masetto

El cuento por su autor

Muy poco o nada para comentar sobre estos dos textos breves que fueron elaborados ya ni siquiera se recuerda cuándo y a impulsos de vaya a saber qué necesidad. En realidad muy poco o nada para decir sobre todos los textos cortos o largos que uno publicó. Suficiente trabajo dio escribirlos como para después andar tratando de reflexionar acerca de ellos o cosas por el estilo. De cualquier manera, algo hay que decir. Ambas historias están basadas en hechos reales, con los inevitables aportes de una cuota de invención y los ajustes de costumbre que dejan en el camino una buena cantidad de hojas corregidas y vueltas a corregir y finalmente tiradas al canasto y todo para lograr que una narración, aunque sea de pocas páginas, se muestre con la armonía necesaria para que merezca cierto respeto. Y fue así, tal como lo cuento, que un día, al volver a casa y mirarme en el espejo del ascensor me encontré con una sorprendente y grata visita posada sobre mi hombro. A partir de ahí, en las horas de convivencia que siguieron, me vi involucrado en una expectativa o más bien preocupación que durante ese tiempo logró hacer de mí algo que quizá se pareciera a eso que suelen llamar una persona responsable. En cuanto a la mención de una figura de mujer sobrevolando esa aventura mínima supongo que solo se trató de una ayuda de la imaginación para otorgarle un equilibrio y un sentido al relato. Aparte del hecho de que, sea a los veinte, a los cuarenta, a los sesenta, a cualquier edad, siempre hay una figura de mujer dándole vueltas a uno por la cabeza. Con respecto a la segunda historia, fue un viaje placentero hasta aquel muchachito enamoradizo y turbulento, que estaba saliendo de la adolescencia y tal vez comenzaba a descubrir, sin darse cuenta, los sabores y sinsabores de sus primeros intentos de dejar algo fijado en el papel, y fundamentalmente cuánto de importancia tenía la propia experiencia para el oficio en el que se estaba iniciando, y descubrir también que nadie puede transmitir veracidad a una historia si no ha vivido la cuestión de cerca, si no ha palpado y olido y saboreado y gozado y sufrido, si no transitó por la vida a los frentazos contra unas cuantas paredes, en fin, si no hundió el brazo hasta la axila en ese barro.

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