› Por Claudia Piñeiro
Cuando me pidieron un cuento para Verano12, me propuse escribir uno nuevo. No sobraba tiempo pero era posible, debía estar terminado para fines del año 2014. Y más allá de que esas fechas límite suelen tener cierta flexibilidad, yo partía de vacaciones a Costa Rica el 3 de enero y pretendía irme sin trabajo pendiente. Por supuesto no lo logré. Los días cercanos a fin de año fueron un torbellino y no pude ni siquiera escribir una línea. Así que partí a Costa Rica con mi tableta –el dispositivo de menor peso y volumen en el que puedo escribir– y apenas unas imágenes en la cabeza. Las imágenes tenían relación directa con mi propio viaje: una valija, qué poner dentro, qué ponen los demás dentro de sus valijas, los regalos/recuerdos que uno se siente obligado a traer al regreso, dos valijas. Y el secreto, eso que sostiene el suspenso.
Pasaron algunos días de mis vacaciones y ya no podía seguir posponiendo la escritura. La urgencia me alcanzó cuando estaba alojada en un hotel en la cuenca del río Pacuare. Lindo lugar para escribir, si no fuera porque no cuenta con luz eléctrica. Así que lo hice a la luz de las velas. Y a luz de la pantalla de mi tableta, que si se quedaba sin batería tenía que ir a recargar a la administración donde había un generador eléctrico para necesidades básicas. Esta, sin dudas, era una necesidad básica.
El cuento transcurre entre Buenos Aires y Pinamar. Costa Rica está sólo presente en pequeños detalles que yo conozco pero que nadie notaría si no los mencionara. El nombre del bar que aparece en el cuento, A mi Modo, es el nombre del bar donde comíamos cuando estábamos en Puerto Viejo, sobre la costa sur del Caribe costarricense. Y el pañuelo de seda tiene el mismo diseño que uno de algodón que compré para mi hija en una tienda de playa en Punta Uva.
Habría querido incorporar al cuento la serpiente mica de dos metros de largo que nos esperaba a la entrada de la cabaña en el Pacuare (“no se preocupe que no es venenosa, sólo manténgase alejada porque a veces se pone un poco agresiva y vuela hasta donde está usted para golpearla con la cola”). Las hormigas bala que, como su nombre lo indica, mejor será que no te piquen. Y el encantador “Pura vida, mae” de los ticos. Pero, por cuestiones de verosimilitud, tendrán que quedar para otro cuento.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux