El cuento por su autor

Este relato, junto con el de otros escritores, fue publicado en un libro hecho por la Conabip con motivo de la celebración del Bicentenario. La consigna era un relato que sucediera o anticipara los cien años por venir. O sea, 2110. Es ahí donde para mí se produjo un malentendido y me equivoqué. ¿Me equivoqué, o el acontecimiento alrededor de los veinticinco bomberitos debería conocerse también dentro de cien años? Sí.

El libro tiene un prólogo de Ricardo Piglia, quien, refiriéndose a “Los bomberitos”, habla del fuego de Fahrenheit 451. En esta versión hay correcciones respecto de la edición anterior. Estas responden a ciertas modificaciones en el registro de la trama. El desenlace es quizá menos ambiguo y abierto que el anterior, y si hay “una moraleja” sería, en esta historia: cualquiera podría ser el joven ingeniero Vogel.

La elección es rara para una fecha celebratoria, quizá también lo es para el verano. Pero las cosas trágicas, como las afortunadas, no tienen fecha. Como se ve en el relato, las cosas llevan su tiempo pero suceden. Son inexorables como los recordatorios: siempre retornan a la misma hora y en el mismo lugar.

“Los bomberitos” podría ser el relato de un pariente. De hecho lo es, aunque no sea de la familia. Lo es, porque nunca desconocí el dolor de los deudos.

En la historia de las Cruzadas hay un hecho aberrante conocido como la Cruzada de los niños. De ese acontecimiento histórico, la literatura tiene un ejemplo fantástico: La Cruzada de los niños de Marcel Schwob. Podemos decir que la de los bomberitos es una cruzada de los niños, moderna. Se sitúa en otro extremo, el de un realismo espeluznante, y navega en la balsa de la medusa de los niños africanos. La isla Lampedusa, en Sicilia, diariamente es testigo de esa cruzada profana.