› Por Mariano Quirós
Una de las cosas que más me gustan en el mundo es leer consejos de escritores. Y pareciera ser que a los escritores les encanta dar consejos, porque donde uno busque encontrará quien le diga, con mayor o menor gracia, cómo escribir, a qué hora del día, con qué predisposición y con cuántas copas encima. Me gusta, sobre todo, cuando hay contradicciones en los consejos. De pronto alguien recomienda: “Escribí sobre aquello que conocés”. Y a vuelta de página hay otro que dice: “Lo mejor es escribir sobre aquello que no entendemos, sobre aquello que desconocemos por completo”. Hay casos extremos, un mismo escritor que dice una cosa y unas pocas líneas después, y con absoluto desparpajo y la más plena seguridad, aconseja lo contrario. Me encanta y estoy de acuerdo siempre. Aunque a veces no. Por ejemplo, si se trata de escribir sobre aquello de lo que no tengo la más pálida idea, creo que no habría tema que se me resista. Conozco poco, muy poco, el interior del Chaco, y lo entiendo aún menos. Pero me empeño en ubicar ahí cada cosa que escribo. Como el cuento del Niño y el Monito.
Uno de los libros más bellos que leí este año es el de Las clases de Hebe Uhart, recopilación hecha por Liliana Villanueva de, precisamente, los preciosos consejos de la gran Hebe. Uno de los apartados del libro se titula “Cómo habla la gente”, y en él, Hebe dice que “si quiero escribir debo apropiarme de la lengua de mis personajes de forma particular y no dejarlos hablar en abstracto ni tampoco engolosinarme con las palabras (...) Debo atender a cómo habla mi personaje y reflexionar acerca de él”. Hay autores –la misma Hebe Uhart– que tienen el oído tan afinado que pueden hacer lo que se les cante. Cuando hace unos años leí El viento que arrasa, la novela de Selva Almada, me dije que no, que en modo alguno los chaqueños hablamos como los personajes de esa novela (el interior del Chaco es el escenario de El viento que arrasa). Pero al rato el asunto dejó de importarme: la novela tiene su propio lenguaje, sus personajes habitan un mundo que es y no es el Chaco; habitan una patria que, supongo, es la literatura. De eso se trata, me dije, la cuestión del buen oído. De captar algo más allá. Pero qué...
Bueno, con todas mis limitaciones a cuestas, en esa búsqueda estoy.
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