Vie 26.01.2007

VERANO12

Oscar H. Villordo X Claudio Zeiger

20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas

› Por Claudio Zeiger

Publicado el 14 de marzo de 1993

Diez años atrás, plena apertura democrática, se publicó el libro que inauguró la literatura homosexual argentina. Ya antes, obviamente, autores como David Viñas y Osvaldo Lamborghini, entre otros, habían rondado el tema, pero La brasa en la mano, de Oscar Hermes Villordo, fue la novela primera que abordó de lleno el ambiente gay y logró un impacto que colocó a su autor, que había hablado públicamente de su homosexualidad, en un lugar notorio. También le otorgó el definitivo certificado de escritor con mayúsculas, un galardón que hasta ese momento incluso su amigo Manuel Mujica Lainez le había mezquinado. Vueltas de la vida: cuando ya ni hay asomos de censura sobre los libros, parte de la crítica literaria ignoró olímpicamente El ahijado, el último libro de Villordo que abrevó en la homosexualidad; él, por su parte, brindó a la memoria de su amigo Manucho una muy documentada biografía y a diez años de La brasa en la mano, que no es autobiografía pero está llena de historia verdadera, Hermes Villordo está enfermo, en tratamiento desde hace un año. Dice el diagnóstico: megalocytovirus. Cosas de la literatura, es el título de uno de los últimos libros de Hervé Guibert, el escritor francés que hizo de la homosexualidad materia básica de sus textos.

Mientras sigue una dieta rigurosa, Villordo dedica estos días a escribir –-por encargo– una memoria del grupo Sur. Por supuesto, Victoria Ocampo (que al fin y al cabo lo hizo entrar en la literatura) estuvo presente en esta entrevista junto al encantador Manucho, el inefable cardenal Quarracino, los amigos del ambiente gay y el fantasma del sida. Diez años entonces para un libro que fue escrito en su momento más para entretener las horas que siguen al amor que para ser publicado de inmediato. “Fue escrito durante un viaje a Grecia, en unos cuadernos más altos que anchos y de esos cuadernos yo les leía a mis amigos. En la cama, por supuesto”, evocó Villordo. Los amigos se divertían con sus historias, pero a decir verdad, todo arranca en los años 50 –década en que está ambientada la novela–, “tiempos en los que se decía puto, no gay”.

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