Publicado el 22 de octubre de 1995

Alos 45 años, y a punto de convertirse en el abuelo más joven del barrio, León Gieco parece aún un pibe apasionado por su trabajo, y que trabaja con sus pasiones hasta darles un sentido práctico. Romántico hasta convertirse en un trovador quijotesco que lucha contra la tendencia de la época que le toca vivir, León sigue ofreciendo ejemplos de vida pequeños, de esos que permanecen mejor guardados en la memoria de la gente simple que en los archivos de la historia. Acumula ya 25 años de carrera profesional, pero habla con el desparpajo, y a veces la audacia del que no tiene nada que perder.

–Después de tantos años en la música, ¿qué te anima a seguir escribiendo canciones?

–Tratar de ser útil, que mi música sirva para algo.

–Sos, entonces, un optimista.

–Quiero no ser pesimista, pero... sinceramente, no creo que las cosas vayan a mejorar. Mi función, en vista de las circunstancias, es juntar más gente para que el mundo no se vaya más a la mierda en poco tiempo. La historia no nos demuestra que la sociedad haya evolucionado, porque las tragedias y los genocidios se repiten. El ser humano no aprende. El horror que vivimos con la represión, los desaparecidos, la dictadura militar, ya se vivieron hace cincuenta años con el nazismo, y lo vivieron antes los armenios, y así sucesivamente hasta llegar al comienzo de la historia universal.

–Entonces, ¿qué queda?

–Reservarse para uno mismo la oportunidad de luchar. No hay que perder la oportunidad de luchar, porque ésta es la única vida que tenemos. Yo entiendo al que se queda de brazos cruzados, como entiendo al político y entiendo al genocida. Comprendo a todos, pero no los justifico. Al que se queda sin hacer nada, mientras tiene la injusticia delante de sus narices, yo le diría: “Ojalá nunca te pase nada grave”. Porque estamos viviendo una época totalmente egoísta, en la que no nos despertamos hasta que la desgracia nos golpea la puerta.

–Quizás haya mucha gente, y muchos artistas, que se cansan de pelear...