20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas
› Por Rodrigo Fresán
desde San Sebastián
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Publicado el 18 de abril de 1999
¿Mis enfermedades? No entiendo, ¿lo decís en un sentido freudiano o lacaniano?”, pregunta Andrés Calamaro a mi pregunta. Ahora es la noche de tormenta y frío en San Sebastián. Andrés Calamaro (AC, a partir de este punto) se derrumba sobre una silla cinco estrellas de hotel festivalero. AC acaba de cortarle la oreja a su segunda fecha en gira unplugged española como telonero de Bob Dylan (BD, a partir de ahora). AC no pagó para tocar antes que BD, pero tampoco cobra. Honor y privilegio y forma de calentar motores –diez canciones que incluyen temas de él, de BD, de Elvis, de Sabina– ante el inminente lanzamiento de Honestidad brutal: doble-compact, treinta y siete canciones desesperadas, ciento cuarenta minutos de letra y música y más letra. “Es un disco vocal”, resume AC, quien visitó hace dos años estas páginas para anunciar la salida del exitoso Alta suciedad y dibujar el plano de su torre de la canción. Veinticuatro meses más tarde, la cosa se puso peligrosa y el autor de “Mi enfermedad” acabó erigiendo el Empire State para treparse como King Kong: “Pero pongamos ciertas reglas básicas antes de empezar a conversar. No se puede mencionar el nombre de BD más de tres veces en toda la nota. Y no vale decir cosas como El trovador de Minnesota o cosas por el estilo. Antes de eso nos pegamos un tiro”.
Vale.
Las habitaciones de hotel tienen algo demasiado parecido a las habitaciones de hospital y las salas de espera de los aeropuertos. Cierta peligrosa fugacidad. La habitación de AC tiene dos carteles que anuncian la salida y la minigira de Honestidad brutal. Una foto de AC solarizada en rojo y negro y dos inscripciones a posteriori y en vivo, de puño y letra y marcador donde se lee (AC las lee para este grabador) en letras agudas como la voz de BD: “Quisiera olvidarlo todo y despertarme frente a la luz anterior a los instantes” y “Fuera de la música todo es mentira, incluso la soledad y el éxtasis. Ella es ambos, pero mejorada”. AC me dice que la segunda es un poco Cioran. Cioran es el autor de cabecera actual de AC, el nombre en la tapa del libro que aparece leyendo en el video de “Flaca”. Adiós a Bukowski y a la inocencia. AC dice que se ríe mucho con Cioran pero que cuesta llegar a encontrarle la gracia: “Los que se ríen con Cioran se delatan porque equivale a admitir que estuvieron muy pero muy bajo. ¡Qué bajo estuviste, chichipío!”, se ríe AC mientras se abraza –como si fuera un salvavidas– a una valijita de plástico negro donde se lee: Miedo y asco en... Madrid, Buenos Aires, Miami, Nueva York, las ciudades en las que transcurrió Honestidad brutal, cuyo título original (Aterrizaje forzoso) era “demasiado explicativo tal vez”, según AC. “Cuando yo le propuse a la compañía sacar una caja con cinco compacts es cierto que estaba loco. Pero atención: era un loco trabajando”, sonríe como espantando un excelente mal recuerdo. “Y pensar que yo pensé que lo había terminado durante el fin de semana en que completé las primeras diecinueve canciones en Buenos Aires. ¡Ja! Faltaban un año y dieciocho canciones. Según Joe Blaney, el productor, de salir en vinilo sería el disco de rock más largo de toda la historia. Tres longplays y medio. ¡Ja!”
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