20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas
› Por Susana Viau
Publicado en noviembre de 1991
Baja a paso vivo la estrecha y empinada escalera por la que se accede al subsuelo donde están las salas de ensayo. Es tarde, de acuerdo con los horarios estrictos que impone a las entrevistas, y la antesala hay que hacerla en un banco de plástico, junto al portero que se entretiene con la radio portátil. Ha habido tiempo suficiente también para reconocer el terreno y comprender que, a menos que ese laberinto húmedo y aclarado en base a la luz artificial desemboque en una zona más humana, un pequeño fuego allí y uno está frito, condenado a un abrasamiento público con las celebridades que tienen turno para preparar sus actuaciones.
La prisa de Gasalla no tiene que ver con la demora que lleva ese rendez-vous de sobremesa. Ni siquiera se disculpa. Lo precede Claudio Villanueva, su secretario, encargado de relaciones públicas, control, jefe de audiencias, etcétera, etcétera, una especie de paje que despliega una simpatía medida y estrictamente profesional.
–Ustedes vienen por la entrevista de... –sugiere Antonio Gasalla, bajo, vestido con elegancia, casi sin detenerse ante el banco de cuerina.
–Ni más ni menos.
–Pasen, por favor.
El escenario elegido por Gasalla para el encuentro no puede ser peor. Un estudio desangelado, y habrá que tomar asiento frente a él, en una mesa lateral demasiado grande.
–Empezamos cuando quieran –dirá con tono profesional, sin preámbulos y cruzando los brazos en una posición de la que no se moverá y deja ver los puños impecables asomando por el saco azul de buen corte y mejor paño.
–En fin, vamos a ver cómo hacemos para que de esto salga una entrevista distendida.
La experiencia indica que en momentos así, con una entrevista que promete ser cortésmente hostil, sólo se sale con una cierta compostura llevando la verdad por delante.
–¿Cuántas veces a la semana hace esto?
–¿Qué?
–Ensayar.
–Ensayo... una vez, no me da para más. Ojalá me diera.
–¿Por qué?
–Porque escribo lunes, martes, miércoles. Ensayo jueves, grabo viernes. Llego con el libro al borde, a hoy.
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