› Por Román Gubern
El gorila (Gorilla gorilla) es un mono antropoide, de la familia de los póngidos, dotado de ancho tórax, brazos muy largos, piernas cortas, estatura mayor que el hombre, cráneo dolicocéfalo y cara proyectada hacia adelante, arcos ciliares y cuerpo cubierto de pelambre, que habita en las regiones occidentales del Africa ecuatorial. El gorila ha ejercido una persistente influencia sobre la fantasía popular por su aspecto semihumano y no es ocioso recordar aquí que gorilla significa en griego, precisamente, hombres velludos. La primera vez que el gorila fue protagonista absoluto de un film fue en Congorilla (1932), documental de largometraje rodado en Nairobi para la Fox por Martin Johnson y su esposa, Osa Leighty.
La mujer es la hembra de la especie humana (Homo sapiens), el más evolucionado de los monos antropoides, de marcha erecta, mamas y caderas más desarrolladas que en el hombre, de escaso vello en el cuerpo pero abundancia pilosa sobre el cráneo, los sobacos y el pubis y caracterizada por un ciclo ontogénico y vivíparo de nueve meses. Habita en casi todas partes y fue protagonista absoluta de un film mucho antes que el gorila.
Articular relaciones fantásticas entre gorilas y mujeres ha sido una de las tareas más constantes de la imaginación popular y de las mitologías de todos los tiempos. Se dice, aunque es muy probable que no sea cierto, que Nerón gozaba del espectáculo de doncellas violadas por simios de gran tamaño y sobre este tema, con diversas variantes, la fantasía popular ha enhebrado gran número de leyendas. Los mitólogos, como Jean Boullet en La Belle et la Bête, han explicado que esta leyenda cristaliza el eterno tema de Edipo, de tal modo que el héroe, que mata a la Bestia para rescatar a la Bella, sería la imagen del hijo matando al padre feroz y autoritario para desposar a la madre cautiva y deseada. El esquema, que coincide con la interpretación de las zoofobias infantiles por parte de Freud, parece razonable, pero ofrece la dificultad de no resultar coherente para explicar otra extendida variante del mito: aquella en que la Bella se enamora al final de la Bestia y con un beso de amor deshace el hechizo que convirtió al bello príncipe o al apuesto joven en Bestia. El punto de vista de la sexología sobre este tema es muy distinto. Kraft-Ebing, padre fundador de la psicopatología sexual, distinguió tres categorías distintas de relaciones eróticas entre humanos y animales –bestialidad, zooerastia y zoofilia erótica–, a las que juzgó como formas peculiares de fetichismo. Mas recientemente, Kinsey atribuyó la mitología en torno de este tema a la capacidad fantaseadora del hombre en relación con su excitabilidad erótica mediante estímulos psicosexuales. A la explicación de Kinsey uno se siente tentado de añadir algunas palabras acerca de la componente sádica de la imaginación erótica, sobre todo cuando, en lugar de esbeltos cisnes o de gráciles ciervos, son gorilas los que andan por en medio, componente sádica plasmada ejemplarmente en el clásico relato de Edgar Allan Poe The Murders in the rue Morgue (1841, referencia obligada en toda historia acerca de las relaciones entre simios y mujeres).
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