Leí una vez, en un libro del canadiense Douglas Coupland, un cuento en que a un tipo le dicen que su hermana que huyó del hogar familiar quince años antes y de la cual no se supo más nada, está trabajando en un bar de ruta, en la otra punta del Canadá. El tipo va en auto hasta allá y... la mina no era la hermana. Así terminaba el cuento. Me enfureció tanto que decidí escribir un cuento exactamente igual, sólo que la mina sí fuera la hermana perdida. Creía, en ese momento, que estaba escribiendo un libro de cuentos. Resultó ser una novela (Puras mentiras), que terminé de escribir en el enajenado período inmediatamente anterior a la pancreatitis que me cambió la vida, y me trajo a vivir a Gesell.

Hace poco, cuando Emecé se interesó en reeditar el libro, aproveché la oportunidad para corregirlo un montón, intentando que se pareciera más a lo que había querido que fuera. La historia del incendio y la hermana perdida era una de las partes que más me preocupaba, y recién ahora está contada como debió ser desde un principio, con el incendio, la hermana perdida y todo lo demás.