VERANO12 • SUBNOTA
Los escritores somos prisioneros de un mismo tema. En cuanto a mí misma ocurre en mis novelas y demás estilos de narrativa y recae en una niña incapaz de adaptarse al medio ambiente circundante.
En el relato Las Vélez, la jovencita vencida por un defecto físico sumado a su incapacidad mental; Tita, que es Yuna en Las Primas, aunque ésta se salve por su ingenioso talento dedicado a la pintura. Ambas son asediadas por una tía. En el tema Tita, la terrible mujer la seduce maléficamente y la pobre criatura que nació devastada será más tarde dominada por una amiga. Yuna consigue oponerse dignamente a los atropellos de una tía que desaparecerá en breve. Yuna, discretamente, comentará el fallecimiento con ironía, dado que se ha quitado una carga de encima. El contexto ambiental de ambas criaturas es semejante en pobreza y humillación, aunque sus orígenes difieran y terminen disímilmente. El género femenino predomina en los dos temas, siendo el masculino de olvido y ausencia.
Un halo avergonzado de atrocidades, a veces, impulsa al lector a abandonar estas lecturas, sintiéndose partícipe de tales páramos anímicos.
En Nosotros los Caserta, novela de próxima aparición, la protagonista Chela, dominada por su hermano Sebastián, infradotado, a punto de fracasar ella misma en el marasmo intelectual, se salva por su condición de sobredotada. La familia de Chela pertenece a un nivel alto. Pero ella lo sobrepasa y resulta una molestia a causa de su dedicación a Sebastián, el hecho de dedicarle demasiado tiempo hasta la hora en que el pequeño monstruo desaparece.
Los estudios superiores de Chela la conducen a un destino de situaciones y ocupaciones importantes dentro de la sociedad; ella, como Tita y Yuna, es contraria y contraventora de una familia intolerante, aunque reconocen intrínsecamente que son insidiosas y rebeldes.
Mis personajes siempre serán extraordinarios y requeridos en mi calidad de psicóloga en institutos generalmente de minusválidos.
Mencionaré para completar la génesis de mis producciones a Maruca Marioneta, de unos cuentos titulados El marido de mi madrastra, espanto goyesco increíble, pero sucedido en un villorrio miserable, aledaño a la ciudad de La Plata.
Maruca pierde sus capacidades a consecuencia del mal trato de una pareja adoptante. Aguanta todo tipo de calamidades hasta que se consuela con un sueño en el cual la pareja es degollada con palas de punta y vive en tal forma la tremenda duermevela que consigue realizarla y palpar la sangre de los victimarios, victimados.
Los juegos a que nos somete la imaginación recuperadora, llamémosla así, tortuosos y reivindicadores, resultan tan comprobables como la misma realidad...
Somos una entidad psicosomática en la cual una de las facies dominaría a la otra en procura de la salvación del sujeto humano.
Todo viviente es su propio defensor y habrá de asirse a la tabla de salvación más próxima que esté a su alcance y arribar a la orilla de seguridad, si fuera posible de paz.
La psicología y los tests nos permiten a los especializados acercarnos a los bosques más incendiados sin quemarnos.
A mi ver y parecer y por experiencia personal, el bosque más difícil y peligroso es el familiar. Salvándolo, podremos dar la vuelta al mundo sin sorprendernos.
Hay casos maravillosos que exceden cualquier intento de investigación o comprobación, por ejemplo el de una pequeña brutalmente golpeada y abusada por sus progenitores, que constantemente piensa en un tigre que se los devora, y un amanecer, luego de una noche tormentosa, ambos aparecerán destrozados por una fiera que no podrá ser descubierta.
O el caso del hombre de un cuento de Próspero Merimée, que cree ser hijo de un oso y trepa a los árboles que rodean su mansión, come pájaros vivos, panales de abejas bravas, y ataca a un pasajero que habita en un palacio y lo devora; el hombre oso es el Loki.
La psiquis, dominadora del soma, puede desarrollar fuerzas poderosas en un sujeto débil; existen sucedidos de este tipo de desborde, sorprendentes.
Hay hechos maravillosos que exceden nuestra capacidad de sorpresa. No es cuestión de afirmar que son imposibles, sino de aceptar estas circunstancias y tratarlas médicamente.
La ciencia psicológica nos prepara para hacer funcionar la batería de tests que pondrá encima de nuestra mesa de trabajo, luego de su interpretación, aquello que el sujeto oculta o tal vez atribuye a posesiones y otras arbitrariedades.
Finalmente, volviendo al relato de Marichú, diré de ella que significa producto de imaginación de una vagabunda que actúa en la casa de las Vélez y nos permite llegar a Tita.
Como psicóloga he comprobado que el escritor se siente desubicado al perder en oficios y trabajos ajenos a su métier los tiempos que el mismo métier le exige, coincidentes muchas veces con el arribo del tema aparentemente inesperado pero inmanente en su naturaleza.
Cuántas veces, apresuradamente, se anota una idea repentina en un papel, que se pierde y con él el tema.
El artista es dominado por su psiquismo que la facies somática apenas contiene.
Los ensueños de la infancia devienen del psiquismo desbordado de esa edad llamada por un romancero de Los locos bajitos y que en los temperamentos delicados sobrevive por toda la existencia.
Los chicos accidentados de la novela El señor de las moscas rinden culto religioso y ofrendan a la cabeza de un cerdo cercenada y crean una civilización a su manera y medida, ciudadela tenebrosa con pasiones desatadas, imitando a sus mayores a quienes nunca pudieron olvidar; tal es la situación de inocencia y credibilidad de los artistas que caminan un universo propio y diferente y que significa la génesis de sus obras.
Hemos sabido que numerosos artistas, al sentirse sofocados, en todos los tiempos, han optado por suicidarse.
Los personajes de mis libros son sujetos sofocados por una ambientación cruel no coordinante con sus refinadas o extrañas naturalezas.
Un caso reciente es el del doctor René Favaloro, médico, inventor, lector y acaso haya escrito algo, que no soporta la injusticia y la tosquedad de la época que lo desconoce y esa falta de reconocimiento lo induce al suicidio.
En todos los tiempos ese tipo de desborde de angustia indujo a un desdichado autor a la tragedia.
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