Sáb 16.08.2003

VIDEOS

Ascenso y muy veloz caída en la tentación del ciudadano Bob Crane

Directamente a video y DVD, llega la historia verdadera de una fugaz estrella de la televisión estadounidense de los años ‘60: de cándido actor de comedia a descontrolado personaje de la noche.

› Por Horacio Bernades

Como quien sube al ático en busca de fantasmas que se habían mantenido ocultos, de unos meses a esta parte el cine estadounidense viene encontrando –en ciertos personajes a los que la Historia había destinado a papeles secundarios– la encarnación misma de los años ‘60 en su versión más pop y fiestera, antes de que todo deviniera en tragedia. Primero fue el Frank Abagnale de Atrápame si puedes, simpático caradura que se dio la gran vida falseando identidades ajenas. Luego vino el Chuck Barris de Confesiones de una mente peligrosa, fabulador nato que dice haber sido asesino a sueldo de la CIA, al mismo tiempo que conducía programas de televisión. Ahora llega Bob Crane, personalidad escindida también, entre el mundo de las sitcoms televisivas y la adicción al porno. Como los anteriores, Crane empezó gozando y terminó mal.
Producida por esos especialistas en freaks de la cultura popular que son Scott Alexander y Larry Karaszewski (autores de los guiones de Ed Wood y El mundo de Andy), la trayectoria de Crane es reconstruida en Auto Focus. A pesar de llevar la firma de Paul Schrader (guionista de Taxi Driver y El toro salvaje; director de American Gigoló, Mishima y Afliction) y aunque anduvo por varios festivales internacionales de prestigio (Toronto, San Sebastián, Rotterdam), en la Argentina Auto focus no se conoce en cines sino en video. Con Greg Kinnear en el protagónico y el gran Willem Dafoe cubriendo el segundo papel en importancia, Auto Focus acaba de llegar a videoclubes, editada por el sello LK-Tel en formatos VHS y DVD. No llama en absoluto la atención que Schrader se haya interesado por este personaje, en quien todos los ángeles y demonios parecerían converger hasta hacer implosión. Desde el insomne Travis Bickle en adelante, Schrader –reputado guionista y realizador de carrera irregular– no ha hecho otra cosa que dedicar su obra entera a esta clase de criaturas.
Si se entrevé algún trasfondo religioso en el planteo, no se andará con el rumbo errado: criado en la más férrea y represiva tradición calvinista, ninguna categorización moral es ajena a Schrader, que no por nada fue el guionista de La última tentación de Cristo. Lo que sorprende de Auto Focus es que Bob Crane, criatura inconfundiblemente schraderiana, haya tenido existencia real. La segunda sorpresa es que el guión lleve la firma del ilustre desconocido Michael Gerbosi. El inicio de Auto Focus encuentra a Bob Crane a mediados de los ‘60 como conductor de un programa radial en el que tiene a Clayton Moore (protagonista de El Llanero Solitario) como invitado. Pronto llegará su agente con un ofrecimiento insólito, el papel principal de una serie que está por salir al aire, cuya premisa parecería una broma con poca gracia: se trata de una comedia que transcurre en un campo de prisioneros alemán, en plena Segunda Guerra. Créase o no, esa serie (algo así como una versión anticipada de La vida es bella) existió en realidad y fue sumamente exitosa. Se llamó Los héroes de Hogan y Crane fue, claro, su protagonista.
Hombre de familia y católico practicante, con el éxito llegarán las tentaciones para el bueno de Crane. Aunque al comienzo no salga de noche y se niegue a tomar otra cosa que no sea jugo de pomelo, no pasará mucho tiempo antes de que cambie el jugo rosado por el polvo blanco, y la abstinencia por la más desenfrenada plurisexualidad. La formación religiosa de Schrader lo lleva a introducir la figura de un maestro de la tentación o demonio menor, personaje encarnado por Willem Dafoe.El estricto dogma desde el que Schrader suele construir sus ficciones se ve suavizado aquí, por suerte, por el aire de candidez que ambos actores aportan a sus papeles, así como por una reconstrucción de época en la que priman los colores pop y la mimesis con el mundo de las sitcoms televisivas. Eso sí: el pobre Crane no se salvará del castigo que, para los severísimos calvinistas, les está destinado a esos pecadores irredimibles que son los miembros de la especie humana.

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