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Desde “Bollywood”, el cine indio propone su propio cuento de hadas
“Lagaan”, nominado al Oscar como Mejor Film Extranjero, permite descubrir un típico producto popular de una industria gigante.
› Por Horacio Bernades
Una vez más, el video –hermano menor del cine, y tantas veces considerado bastardo e ilegítimo– cumple con las responsabilidades que el hermano mayor evade. En un doble acontecimiento sin precedentes, a partir del martes próximo el videoaficionado tendrá ocasión de ver una película proveniente de un planeta tan lejano como la India. Película que, para más datos, en días más competirá por un Oscar. Se trata de Lagaan, superproducción de casi cuatro horas de duración íntegramente producida en aquel país, la menos esperada de las cinco nominadas al Oscar 2002 al Mejor Film en habla no inglesa. Dada su kilométrica duración, el sello Lk-Tel –que anuncia para el mes próximo otro boccato para paladares negros, el film coreano Shiri– la edita en dos videos, que llegarán a todos los videoclubes cinco días antes de la entrega del Oscar.
No es que jamás hayan llegado al país películas de la India: en su momento se conocieron unos pocos films del maestro Satyajit Ray, así como, en años más recientes, Salaam Bombay y Mississippi Masala, de la exitosa Mira Nair. La novedad que aporta Lagaan es la posibilidad de asomarse, por primera vez, a un típico producto popular producido por la incansable industria cinematográfica india. Un promedio de setecientas películas al año, dirigidas a un mercado potencial de mil millones de espectadores, convierten a ese gigante asiático en el segundo productor cinematográfico mundial, detrás de Hong Kong y delante del propio Hollywood. De hecho, Bollywood es el apelativo con que se conoce a esa industria, producto de la contracción entre Bombay (principal centro productor) y Hollywood.
Dirigido a una masa en buena medida iletrada, el cine de la India se caracteriza por películas de larga extensión, con historias sencillísimas protagonizadas por ídolos populares y un característico agregado de bailes y canciones, que suelen ser acompañadas con coros y bailoteos desde la platea. Con una inversión considerablemente mayor que el grueso de la producción y un lujoso acabado técnico –en el que destaca por sobre todo una deslumbrante paleta de color–, Lagaan es como una versión a gran escala de ese cine. Su productor es Aamir Khan, especie de Jackie Chan de la India que también luce toda su energía y carisma en el protagónico.
“Erase una vez ...”, arranca el narrador en off, dejando en claro que lo que viene es, por mucha referencia histórica que le sirva de fondo, un cuento de hadas, que asume sin falsos pudores su propia ingenuidad. La anécdota tiene lugar en 1893 –tiempos de la reina Victoria– en la pequeña aldea de Champaner, en el centro del país. Producto del sistema colonial, el rajá de la zona debe aportar a las autoridades británicas un diezmo en especies (lagaan, en idioma hindi), percibido de la cosecha de la región. Pero ésta sólo es posible en tiempo de lluvias, y desde hace un año que la llegada del esperado Monzón se hace desear, por lo cual los aldeanos se las ven negras para cumplir con el compromiso.
Un desalmado capitán inglés (cuyo aspecto y gestualidad remedan a un villano de folletín mudo) decide entonces desafiar a los campesinos a un compromiso en el que éstos llevan todas las de perder: un partido de cricket, el más británico de los deportes, que deberá llevarse a cabo en tres meses. Si los pobladores ganan, se verán excusados de aportar el lagaan durante tres temporadas. Si pierden, deberán pagar el doble. Ante la resistencia de sus vecinos, Bhuvan, joven temerario y desafiante (Aamir Khan) acepta la apuesta, poniendo en peligro de virtual extinción a la población. Aunque del juego lo ignoran todo y el equipo que forman parece el peor rejuntado de barrio, es ésta una épica en la que, cualquiera lo adivina, no pueden perder.
Lo que eleva a Lagaan por encima de las convenciones (las tiene todas, incluyendo un culebrón erótico-amoroso) es la convicción y el buen humor con que las abraza, poniéndose siempre a la altura de los personajes, así como del público al que está dirigida. El héroe es un hombre común,humilde y hasta tímido. La heroína es hermosa, y la gente del poblado, cuya inferioridad de condiciones se expresa en la presencia del “loquito” del lugar –así como de un descastado cuyo aporte será vital–, desborda encanto y simpatía. Todo ello adquiere su máxima expresión en los números musicales, que desbordan energía. Estos, por otra parte, jamás interrumpen la acción sino que la cuentan por vía de coreografías y canciones. Lo que Hollywood le enseñó al mundo antes de perder la ingenuidad, ahora lo hace Bollywood, aumentado y corregido.