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Al fin, los Monty Python aterrizan en la Argentina
A 35 años de su explosivo debut en la BBC, el “Circo volador” del mítico grupo inglés aparece recopilado en un video imperdible.
Por Horacio Bernades
Es uno de los grandes hitos en la historia de la TV y del humorismo, pero en la Argentina el chiste es que jamás hubo ocasión ni de atisbarlo por la tele, aunque más no fuera durante unos segundos. Ahora sí, con un atraso de sólo 35 años el Monty Python’s Flying Circus empieza a ver la luz masivamente aquí, gracias a una flamante edición en video que ya puede alquilarse en videoclubes selectos o comprarse a un precio que ronda los 25 pesos. Los autores de la patriada son los responsables del sello Renacimiento Nuevo Siglo que, según aseguran van a ir editando, de a poco, el show completo, 45 episodios en total. Por ahora, este primer VHS incluye 5 episodios subtitulados (lo único que faltaba era que los editaran doblados), cuestión de empezar a despuntar el vicio pythoniano.
Como es sabido, el Flying Circus fue la presentación en sociedad del grupo que más tarde se haría famoso con films como La vida de Brian y El sentido de la vida, entre otras. Este es el origen, el módulo definitivo para lo que vendría de allí en más, la cosa misma en el momento en que nace, the real thing. Como el big bang que en verdad era, el humor demencial de los Python estalló de improviso en la TV británica. Sucedió una medianoche, en octubre de 1969, cuando la programación de la BBC, calma, tradicional y serena, dio paso al primer sketch del Flying Circus, donde un granjero despotricaba contra el más peligroso de los animales... una oveja llamada Harold. Era como si Ionesco se diera la mano con Alfred Jarry y juntos abrazaran cierta tradición británica de humor absurdo, navegando entre bloques de psicodelia y despuntando algunas de las primeras parodias a la TV hechas desde el mismo aparato. A más de uno se le habrá caído el bombín al enfrentarse con ese granjero y esa oveja.
Los que daban la cara eran John Cleese, Graham Chapman, Terry Jones, Eric Idle y Michael Palin, con Terry Gilliam (único integrante estadounidense de la troupe) a cargo de sketches y separadores animados, siglos antes de soñar siquiera con Brazil o 12 monos. Ruptura total con humores pasados y futuros, el MPFC duró cuatro temporadas (13 episodios semanales de media hora) hasta 1974, cuando los miembros del grupo se embarcaban, juntos o por su cuenta, en proyectos cinematográficos. Terry Gilliam estaba a punto de iniciar su carrera solista con Jabberwocky, de 1976 (que RNS acaba de editar en video) y el grupo completo, con Monty Python and the Holy Grail, de 1975. Ese mismo año arrancaba, del otro lado del Atlántico, el Saturday Night Live, que mucho le debe al humor del MPFC, y una década más tarde lo harían, en Canadá, esos hijos putativos de los Python que fueron The Kids in the Hall. La edición que se presenta en video contiene los tres últimos episodios de la primera temporada y los dos primeros de la siguiente, ya en 1970.
El esquema clásico del MPFC se aprecia aquí en plenitud. Todo comienza con un prólogo a cargo de quien se conocería como El Ermitaño, suerte de hombre de las cavernas personificado por Michael Palin. De inmediato, los títulos de presentación, en medio de un collage de Gilliam, y de allí al primer sketch. En este caso, “La Royal Philarmonic Orchestra va al baño”. Es un gag de escasos segundos: en bata, Palin golpea la puerta de un baño público, preguntando si tienen para mucho, y se oyen los primeros compases del Concierto Nº 1 de Chaikowski que, como todo el mundo sabe, dura más o menos una hora. De inmediato se da lectura a la carta de un televidente llamado Ken Voyeur, que protesta vivamente contra “el evidente giro urinario que ha tomado el programa” y exige “que se den a conocer hechos positivos de la historia británica”, como cierta victoria atlética de 1964. A continuación se reproduce ese salto, sucedido de una carta de otro televidente, indignado esta vez por “el evidente giro atlético que ha tomado el programa”. “¿Por qué no hablan del cuerpo humano?”, sigue la carta. “No es algo vergonzoso o indigno, si se dejan de lado los intestinos o el culo.” De allí en más es el reino del imprevisto, queademás de geniales ideas humorísticas incluye gags cortados por la mitad, transiciones inesperadas, autorreferencias disruptivas y deliberados fallos y errores de técnicos y comediantes. Treinta y cinco años más tarde, tal vez la Argentina esté preparada para gozar de todo ello.