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Una “película de vacaciones” que se convierte en vodevil corrosivo
Besa a quien quieras, de Michel Blanc, da una vuelta de tuerca al cine francés, retratando a tres parejas en conflictiva convivencia.
› Por Horacio Bernades
Si es que hay un género de “películas de vacaciones”, sus exponentes franceses no se parecen en nada a los que se cultivan del otro lado del Atlántico. Mientras las playas californianas se presentan superpobladas de adolescentes, festicholas, tablas de surf, bikinis y debuts sexuales, en las variantes francesas parecería que los veraneantes no pueden dejar de cargar sus bolsos con pequeñas manías, taras o tics. Así sucedía en clásicos como Las vacaciones del señor Hulot –donde los playeros eran vistos casi como una rara especie de insectos– o en dos films de Eric Rohmer –El rayo verde y la más reciente Cuento de verano– que, antes que en el amplio menú de relaciones casuales, hacían eje en la soledad del veraneante. En esa línea –subgénero “vacaciones en familia”– se inscribe Embrassez qui vous voudrez, que se estrenó en su país con bastante suceso hace un par de temporadas. Cuando el verano se termina, en la Argentina el sello Transeuropa la lanza directamente en video, con el título literal de Besa a quien quieras.
Aunque en las entrevistas que se incluyen en el DVD algunos de los propios implicados se empeñen en negarlo, se trata de un film coral, en el que un par de familias, parejas y amantes coinciden en una playa de la Bretaña francesa, iluminados por un sol inusualmente amargo. El vasto elenco está encabezado por tres damas. Dos de ellas son poco menos que instituciones oficiales del glamour francés de todos los tiempos: las eternas Charlotte Rampling (en su segundo film playero al hilo luego de Bajo la arena) y Carole Bouquet, ambas bellísimas y al margen de cirugías faciales y otras formas de autorridiculización. La tercera señora es una de las más solicitadas por el reciente cine de su país: Karin Viard, a quien por aquí pudo verse en La fuerza del corazón, El empleo del tiempo y Juego de niños, esta última editada en video hace un par de semanas. De sus contrapartes masculinas –Jacques Dutronc, Denys Podalydes y Michel Blanc–, seguramente el último de ellos es el más conocido en la Argentina: se trata del pequeño, calvo y tristón hombrecito que le aceptaba una transa rara a Gérard Depardieu en Vestido de fiesta, y que en La noche es mi enemiga espiaba, a través de la ventana, a Sandrine Bonnaire.
Lo que aquí no es tan conocido es que, además de actuar, monsieur Blanc dirige películas y las escribe. Besa a quien quieras es la cuarta de su cosecha y está basada en una ácida novela satírica del británico Joseph Connolly, cuyas aristas más biliosas Blanc confiesa haber pulido. Aun así sigue habiendo buenas dosis de veneno. En el centro, dos matrimonios “amigos”, muy entre comillas. Al que integran Rampling y Dutronc no les falta nada, al menos en términos económicos y de status. Pero basta raspar un poco debajo de la bruñida superficie para dar con capas de hastío, indiferencia e insatisfacción. Tanto como para que él tenga una amante que terminará de compañera de cuarto de ella, cuando el hombre prefiera quedarse en la ciudad, en compañía de una versión gala de nuestra Florencia de la V. Al mismo tiempo, la muy malcriada hija de ambos (la ascendente Lou Doillon, hija del realizador Jacques Doillon) se va a Chicago, acompañada del empleado que mete la mano en la lata de los negocios de papá.
El otro matrimonio es el que componen Viard y Podalydes. Con la cabeza en las nubes, él colecciona medidores de gas que le recuerdan a cuerpos humanos, mientras las deudas familiares se acumulan. El deporte favorito de ella –que vive compitiendo con su amiga rica– es reprochárselo. Cuando llegue a la playa y vea que lo que el marido alquiló es una casa prefabricada en un modesto complejo vacacional, pondrá el grito en el cielo. Ante lo cual el hijo de ambos optará por buscar refugio, lo más lejos posible de papá y mamá. En el hotel 5 estrellas al que van a parar la Rampling y la amante de su marido (que carga una beba a la que no soporta) conocerán, a su vez, a la pareja integrada por Bouquet y Blanc. Ella, una diosa; él, enfermo de celos, vive imaginándole amantes que la mujer no tiene.
A pesar de todo, Besa a quien quieras es una comedia. Tal vez porque, como dice alguien al final de la película, “la vida es rara... si pensás demasiado en eso, te rompe el corazón; pero si vas en zigzag, se vuelve bastante cómica”. Una mano muy segura para la dirección de actores, el seguimiento de múltiples personajes y los diálogos encimados le permiten a Michel Blanc convertir tanta mala onda en un aceitadísimo vodevil corrosivo, que vaya a saber por qué no se estrenó en cines.