EL GRAN PEZ,
de Tim Burton. Con Ewan McGregor, Albert Finney y Jessica Lange.
2003, 125 min. LK-Tel.

La película más reciente de Tim Burton es no sólo uno de los grandes estrenos del año, sino una de las mejores de su autor, que con su estólida versión de El planeta de los simios venía de sembrar muchas dudas. Basada en una novela, es imposible no ver El gran pez como una verdadera exposición del credo artístico de Burton, al practicar en ella una pletórica celebración del valor de los relatos descabellados. Eso es lo que hace durante toda su vida el personaje de Ewan McGregor/Albert Finney, al reinventarse a sí mismo y al mundo que lo rodea, como personajes más grande que la vida. Big Fish desborda felicidad, exuberancia, desaforada invención y sentido del humor, sumando momentos de pura poesía dramática y visual y ofreciéndose como banquete cinematográfico total.



NED KELLY,
de Gregor Jordan. Con Heather Ledger, Naomi Watts, O. Bloom y Geoffrey Rush.
2003, 110 min. AVH.

Suerte de versión australiana de Je-sse James, Ned Kelly fue un típico fuera-de-la-ley de fines del siglo XIX, cuyas andanzas en banda ya habían conocido una versión cinematográfica de comienzos de los ’70, dirigida por Tony Richardson y protagonizada nada menos que por Mick Jagger. Bien al gusto bien pensante de la época, esta nueva y pasteurizada versión lo presenta como un pobre chico, a quien los atropellos de la ley y el orden poco menos que lo obligan a convertirse en héroe marginal. Lavada, previsible e inane, la protagoniza un verdadero seleccionado de estrellas de Oceanía, capitaneado por Heath Ledger (el de Devorador de pecados) y Geoffrey Rush como su némesis. Como de costumbre, lo más destacado es la gran Naomi Watts, aunque aquí se luce poco y nada.



ALGUIEN TIENE QUE CEDER,
de Nancy Meyers. Con Jack Nicholson, Diane Keaton y Keanu Reeves.
2003, 126 min. AVH.

Guionista y realizadora, Nancy Meyers tiene una gran astucia para convertir en comedias temas que están en el aire. Lo hizo con el auge de nacimientos de los ’80 (Baby Boom), la caída del macho (Lo que quieren las mujeres) y ahora con la ilusión de eterna juventud que signa la época. Militante de la forma más fiestera de soltería, al protagonista de Alguien tiene que ceder (que Jack Nicholson encarna casi como reflejo de sí mismo) se le mueve el piso al toparse con una veterana como Dios manda (Diane Keaton, brillante). Comedia burguesa manufacturada con gran sentido del cálculo (y a pesar de eso la película funciona), fogoneada por la envidiable química Nicholson/Keaton, que dan la sensación de haberse divertido como chanchos. Tanto que hasta a Keanu Reeves se lo ve suelto y simpático.



PETER PAN,
de P. J. Hogan. Con Jeremy Sumpter, Olivia Williams y Ludivine Sagnier.
2003, 114 min. LK-Tel.

Más australianos en Hollywood. En esta ocasión, P. J. Hogan, realizador de El casamiento de Muriel y La boda de mi mejor amigo, en versión carne y hueso del clásico relato de J.M. Barrie. Decir que esta Peter Pan es mejor que Hulk no es decir mucho. En verdad, el sobreproducido Hogan comete el mismo error que Spielberg: confunde magia e ilusión con una estética de brillantina, maqueta y desplegables de Billiken. Aun así, la de Hogan es menos aparatosa y ligeramente más fresca que la de SS. Con buenos momentos humorísticos y una relectura algo más sexualizada de las aventuras de Wendy y el niño verde, es posible que lo más destacado sea la presencia de una irresistible perra San Bernardo. Pero ya se sabe que esos son los perros más lindos del mundo, así que tampoco es tanto mérito.