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› “DARK WATER”, DE HIDEO NAKATA
El terror amarillo amenaza de nuevo
El film japonés es la punta de lanza de lo que viene denominándose j-terror. Aquí vuelve a aparecer la figura del fantasma, pero como expresión de un conflicto familiar, con los elementos del melodrama.
› Por Horacio Bernades
En meses más se estrenará en todo el mundo la remake estadounidense, dirigida por Walter Salles (el de Estación Central y Diarios de motocicleta) y con la indescriptible Jennifer Connelly en el protagónico. Pero ahora la versión original de Dark Water ya está aquí, en exclusiva para el video y editada por el sello SBP. Se trata de un valiosísimo aporte, en tanto permite ampliar el conocimiento de uno de los fenómenos más salientes del cine contemporáneo. Dirigida por Hideo Nakata y estrenada en su país hace tres años, Dark Water es una punta de lanza de lo que viene denominándose j-terror o “terror amarillo”. Se llama así al cine de terror japonés, que no sólo arrasa en toda Asia y se consagra en los principales festivales del género, sino que además Hollywood tiende a importar, con creciente insistencia.
Todo empezó hace poco más de un lustro con Ringu, que surgió con unas primeras versiones para televisión y se consolidó como exitazo en sus dos reescrituras para cine. Rápidamente Hollywood la rehizo como The Ring, que en Argentina se conoció como La llamada y cuya segunda parte llegará a fin de mes a las salas de cine. Después vino Ju-on, que, calcando los pasos de la anterior, fue rehecha como The Grudge. Se acaba de estrenar aquí con el título de El grito y tiene una secuela ya en producción. Tanto la Ringu original como la segunda parte de la remake hollywoodense fueron dirigidas por Hideo Nakata, convertido a partir de ellas en uno de los mayores referentes del género. Con poco más de 40 años (nació en 1961 en Okayama) e iniciado en lo que se conoce como pinku-eiga –designación nipona para el soft porno–, son escasos quienes no consideran a Dark Water como su película más lograda.
Como todo el j-terror, Dark Water es un film de fantasmas. Pero en este caso con una característica peculiar, que parece inherente a su realizador. No sorprenderá a quienes hayan visto La llamada que Dark Water tenga todos los elementos propios de un melodrama, con la figura del fantasma como expresión del conflicto familiar. En medio de un complicado proceso de divorcio –aprovechando una pasada internación en un centro de salud mental, su ex intenta alegar incapacidad y quedarse con la hija de ambos–, una mujer llamada Yoshimi se muda a un nuevo departamento junto con la pequeña Ikiku. Bastante venido abajo, las goteras reinan. No sólo las goteras: hay también una niña algo extraña y silenciosa, a la que Ikiku suele ver por los pasillos. Pero sólo ella la ve. Lo mismo que ese pequeño bolsito rojo, que parecería pertenecer a la niña y tiende a aparecer con tanta pertinacia como su dueña.
Cuando Yoshimi averigua, se entera de que en el departamento del piso de arriba no vive nadie. Hubo alguna vez una familia, pero terminaron todos trágicamente. ¿Qué son entonces esas extrañas apariciones y por qué se presentan sólo ante la niña? ¿A qué se deben las filtraciones de agua y la mancha creciente en el cielo raso? Si en La llamada una situación semejante (un crimen familiar, una familia funcionando como espejo monstruoso de otra) terminaba conduciendo a un pozo ciego, en Dark Water todo lleva hasta el tanque de agua del edificio, donde Ikiku terminará descubriendo la raíz del mal. Dado el juego de las semejanzas podría sospecharse un recurso a la fórmula reiterada. Habría que ver, en primer término, si éste es achacable a Nakata o a Kôji Suzuki, autor de las novelas en las que se basan ambas películas. En lo que a Nakata toca, más que repetir Ringu, la mejora. Quien quiera constatarlo no tiene más que comparar Dark Water con Ringu, Ringu 2 y Ringu 0, todas editadas en video por el mismo sello.
Allí donde la saga que lo consagró pecaba de una sobriedad cercana a lo impasible, en Dark Water Nakata dosifica con pleno dominio los tiempos fuertes, el suspenso, las pausas y pulsaciones que son esenciales al género. Ayudado por la música y efectos sonoros provistos por su colaborador Kenji Kawai, aquí sí el delicado creador de Ringu sabe cómo poner los pelos de punta, sin perder la sugestión propia de lo fantasmal. Al fin y al cabo –a diferencia de las películas de monstruos, variante única del género que maneja el canon hollywoo-
dense– en el film de fantasmas o kaidan-eiga la fuente del terror es etérea, visible sólo de a ratos, incorpórea. Aunque llegado el punto puede llegar a materializarse. Como ocurre en Dark Water, en cierto ascensor que parecería ir o venir del infierno. Ahí sí, más vale mirar para otro lado.