Sáb 14.05.2005

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Lanzamientos

SARABAND,
de Ingmar Bergman. Con Liv Ullman y Erland Josephson.
2004, 107 minutos. Transeuropa.

Como quien se pregunta qué habrá sido de dos viejos amigos, en el que posiblemente sea su canto del cisne, Ingmar Bergman decidió reunir al marido y la esposa de Escenas de la vida conyugal, treinta años más tarde. Como era de esperar, el panorama humano es más bien desolador. Del reencuentro del matrimonio se desprende pura melancolía, ante la certeza de lo irrecuperable. Pero además nos enteramos de que la relación entre el hombre y su hijo es de pura rivalidad. Para no hablar de la del hijo y la nieta, en la que ni el tabú del incesto queda a salvo. Pero el viejo Ingmar no incurre en gruesos subrayados de la desesperación, prefiriendo observar las relaciones familiares desde la distancia –casi desencarnada– de quien vivió lo suficiente como para dejar todo resentimiento atrás.


A TODO O NADA,
de Mike Leigh. Con Timothy Spall, Lesley Manville y Alison Garland.
2002, 114 min. Gativideo.

Por extraña coincidencia se edita la que fue, junto con Saraband, una de las películas del 2004. Confirmando que se halla en plena madurez creativa (algo que la siguiente Vera Drake no haría más que ratificar), el británico Mike Leigh –el de Secretos y mentiras– vuelve a inspeccionar la insatisfacción, la frustración y el grado último del abandono, como quien recorre el valle de lágrimas de un monoblock londinense de clase media-baja. Una vez más, Leigh pone a sus personajes frente a una situación casi terminal, sólo para permitirles llegar a una catarsis que finalmente los saque a flote. El tono predominante podría definirse como de “cálida desesperación”, si eso fuera acaso posible. Como de costumbre, las actuaciones transmiten un grado de verdad francamente asombroso.



ZATOICHI,
de Takeshi Kitano. Con Beat Takeshi, Tadanobu Asano y Gadarukanaru Taka.
2003, 116 min. Gativideo.

Por una vez, Takeshi Kitano abandona la contemporaneidad de sus gangsters y se relaciona en forma directa con la historia misma del cine japonés, filmando una nueva aventura de Zatoichi, mítico espadachín ciego que conoció decenas de avatares. Como en sus películas de yakuzas, el enfoque de Kitano es a la vez tradicional y revisionista, clásico y moderno, épico y cómico. Con su seudónimo de Beat Takeshi, un Kitano de cabello insólitamente parafinado encarna al masajista y desfacedor de entuertos, capaz de sablear a decenas de rivales con los ojos cerrados. De su lado, los pobres y desprotegidos de la aldea. En la vereda de enfrente, los poderosos. El estilo es a la vez sangriento, lírico y lúdico, y la escena de baile final es como el último bocado que Kitano le obsequia a un espectador exultante.



EL SECRETO,
de Gabriele Salvatores. Con A. Sánchez-Gijón, D. Abatantuono y G. Cristiano.
2003, 107 min. Gativideo.

En un alejado pueblito siciliano, durante los años ’70, la serena vida pueblerina y familiar de un chico se verá conmocionada por el descubrimiento de otro chico, a quien alguien ha secuestrado y encadenado en un pozo. ¿Es posible que sus padres tengan algo que ver con el hecho? Gabriele Salvatores, director de Mediterráneo, logra aquí la que posiblemente sea su mejor película (la menos complaciente y calculada, la más lograda), recurriendo a algunas tradiciones temáticas del cine italiano –la oposición norte/sur, los niños como representantes de la inocencia, la familia– y aprovechando al máximo el sol y las noches sicilianas. Que parecen tan plenas como el recuerdo y como la propia infancia. Pero el tema no es la inocencia sino su pérdida, lo cual le da a El secreto un giro bien amargo.

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