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Domingo, 2 de mayo de 2010
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Precios y derechos

Por Guillermo Wierzba *
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El debate sobre la inflaci贸n trasciende la coyuntura e introduce una cuesti贸n que divide aguas. Abordarlo sin la dimensi贸n distributiva tiene la misma matriz de pensamiento que el discurso sobre la pobreza que omite la centralidad de la igualdad. As铆 planteados, estos debates comprometen la idea misma de democracia. El neoliberalismo arras贸 con derechos conquistados e impuso un paradigma de sociedad de mercado construida sobre la noci贸n de individuos-consumidores que redujo y desplaz贸 al de ciudadan铆a. Esta sustituci贸n signific贸 un retroceso devenido de la sustancial remercantilizaci贸n de bienes que satisfacen necesidades b谩sicas, cuyas coberturas hab铆an sido previamente reconocidas como derechos humanos por el desarrollo del pensamiento democr谩tico y por los protagonismos populares que se desplegaron para alimentarlo. As铆, la salud y la educaci贸n, las pensiones de vejez y otras conquistas sociales fueron degradadas a la condici贸n de mercanc铆as.

El sentido sustantivo de la democracia es el fundamento que subyace en la indivisibilidad de los derechos humanos. Ese criterio otorga el mismo nivel a los derechos civiles y pol铆ticos que a los econ贸micos y sociales, sin prelaci贸n. As铆 como es irreductible la vigencia plena del derecho a votar y a ser elegido, del derecho a opinar, del de profesar el credo, tambi茅n lo es la del derecho a la alimentaci贸n, al vestido, y a contar con un empleo digno. El Pacto Internacional de Derechos Econ贸micos, Sociales y Culturales al que la Constituci贸n Nacional asigna un rango superior a las leyes, reconoce que 鈥渆stos derechos se desprenden de la dignidad inherente a la persona humana鈥, a su vez legisla 鈥渆l derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para s铆 y su familia, incluso alimentaci贸n, vestido y vivienda adecuados, y a una mejora continua de sus condiciones de existencia鈥. Y sigue con que 鈥渓os Estados Parte tomar谩n medidas apropiadas para asegurar la efectividad de este derecho鈥.

Argentina transcurri贸 estos 煤ltimos a帽os con tasas de inflaci贸n m谩s altas que en la d茅cada del noventa. Sin embargo, resulta diferente la situaci贸n actual a la de los momentos iniciales del despliegue de la pol铆tica econ贸mica en curso, en los que las subas de precios significaban, centralmente, reacomodamiento de precios relativos. Hoy hay puja distributiva, con una sustantiva ca铆da estructural del desempleo y con discusi贸n salarial en paritarias. Es decir, fuera de las l贸gicas mercantiles desplegadas en el marco de una explicitada pol铆tica oficial de mejorar la participaci贸n de los salarios en el ingreso y acompa帽ada por iniciativas sustantivas y concretas de reparaci贸n a los sectores m谩s sumergidos, como la asignaci贸n universal por hijo y el plan Argentina Trabaja.

Las mejoras en los ingresos de los m谩s humildes implican un aumento del consumo de los bienes de necesidad esencial, fundamentalmente alimentos. Como muchos de esos mercados tienen ofertas concentradas o r铆gidas, y tambi茅n la de los insumos (aluminio, cart贸n, pl谩sticos, qu铆micos) que participan del proceso de su elaboraci贸n y comercializaci贸n, las empresas que integran las cadenas de esos sectores se apropian de las mejoras de los ingresos de los asalariados y beneficiarios de planes. Lo hacen en el mercado formando y disponiendo precios.

Economistas ortodoxos y algunos heterodoxos, referentes de la oposici贸n pol铆tica y encumbrados exponentes del empresariado concentrado se esfuerzan con denuedo en otorgarle a la cuesti贸n de la inflaci贸n el lugar central, cuando no exclusivo, en los objetivos de la pol铆tica econ贸mica. A pesar de que predican la necesidad de asunci贸n del problema nunca sinceran el car谩cter de las opciones que plantean. La propuesta que emerge como predominante, entre las que promueven, es el esquema de metas de inflaci贸n. Este supone un diagn贸stico que responsabiliza al aumento de la demanda como causal de la suba de precios y asume la imposibilidad de ajuste de la oferta por medio de pol铆ticas p煤blicas. Entiende que esa supuesta presi贸n excesiva de demanda proviene de un nivel de actividad econ贸mica que reduce el desempleo a un nivel muy bajo que incitar铆a a un desbordado reclamo por aumentos de salarios. Ese incremento ser铆a convalidado por empresarios requirentes de mano de obra en una econom铆a que crece demasiado r谩pido. As铆, el supuesto clave del esquema es la necesidad de un nivel de desempleo que asegure la no aceleraci贸n de la inflaci贸n, o sea, una tasa lo suficientemente alta para evitar que los trabajadores pujen por mejoras salariales que recorten las ganancias empresarias.

La clave del enfoque es evitar las pujas por una mejor distribuci贸n del ingreso. Su recomendaci贸n de pol铆tica es enfriar la econom铆a, reduciendo la demanda y el nivel de actividad. La herramienta es subir la tasa de inter茅s para deprimir la inversi贸n y el consumo. La consecuencia perseguida es m谩s desempleo y menores salarios. La estrategia es que con la recuperaci贸n de las ganancias empresarias y los menores costos salariales se restaurar铆an las condiciones para la estabilidad de precios.

Si bien no todos los 鈥渟obre-preocupados por la inflaci贸n鈥 comulgan con esta l贸gica predominante, no dejan de coincidir en la necesidad de disciplinar la demanda p煤blica y privada con racionalizaciones de gastos y contenciones salariales. As铆 la discusi贸n sobre el car谩cter del ordenamiento del sistema de precios presenta dos vertientes:

1. La de los planes cl谩sicos de estabilizaci贸n. Reducci贸n de la demanda para que caiga la producci贸n y el empleo, desarticulando la capacidad negociadora de los gremios, garantizando la no afectaci贸n de las ganancias empresarias, y componiendo un marco de retroceso de la justicia distributiva. Los reg铆menes de metas de inflaci贸n y de devaluaciones seriales son alternativas para esta l贸gica que supone un orden exclusivamente mercantil.

2. La otra visi贸n afirma el objetivo redistributivo, con intervenci贸n p煤blica en la determinaci贸n de los precios mediante procedimientos de administraci贸n de los mismos, establecimiento de controles, creaci贸n de empresas u ofertas testigo y dispositivos de promoci贸n de la competencia cuando sea factible. As铆, la presencia de mecanismos extra-mercantiles en la formaci贸n de precios, especialmente en la de los bienes que cubren derechos sociales, persigue la meta de garantizar y afirmar el objetivo distributivo.

Queda planteada una discusi贸n sobre las estrategias respecto de la inflaci贸n. Un abordaje democr谩tico y transformador, respetuoso de la Constituci贸n, requiere de la desmercantilizaci贸n de derechos esenciales de los ciudadanos

* Economista, director del Cefid-AR y profesor de la UBA.

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