Debe ser cuestión de azar, pero no deja de llamar la atención que dos artistas como Neil Young y John Fogerty, que forjaron sus leyendas a partir de los ’60, aparezcan rejuvenecidos en sus últimos trabajos, publicados casi al mismo tiempo. Chrome dreams II y Revival, respectivamente, traen de regreso ese sabor rústico casi olvidado, de inagotables rockeros urbanos que recuerdan, nostálgicos, las delicias de la vida campesina. Se habla aquà de dos tipos tercos, empecinados en hacer las cosas a su manera, que chocaron contra el pragmatismo del mercado discográfico: Young fue demandado por su sello por publicar “material poco representativoâ€, mientras que a Fogerty lo enjuiciaron por “parecerse demasiado a sà mismoâ€. Ahora que perdieron algo de pelo pero no el fuego sagrado, ambos apelan a guiños más que evidentes al pasado glorioso, pero se muestran con los pies plantados firmemente en el presente.
Alguna vez Young escribió que era preferible arder antes que desvanecerse, y se mantuvo caprichosamente apegado a ese lema toda su carrera de altibajos pronunciados. Si en los ’70 se le cantaba no publicar un disco llamado Chrome dreams, que por el material con el que contaba probablemente hubiera sido su obra cumbre, pues no lo publicaba y listo. Y si ahora decide sacar una “segunda parte†del disco nunca escuchado, lo hace con la misma convicción de testarudo caballo loco. En su nuevo trabajo recurre a viejas canciones que nunca habÃa publicado, en compañÃa de viejos compinches: Ralph Molina (batero de Crazy Horse), Rick Rosas (bajo) y Ben Keith (pedal steel). Chrome dreams II arranca en un confort acústico digno de Harvest moon, con “Beautiful bluebirdâ€, y enseguida revolotea por el country (“Boxcarâ€), terrenos a los que volverá más tarde (“Shining lightâ€, “Ever afterâ€), como si se regodeara en su propio clasicismo. Pero la pieza central del álbum es una oda a la gente común llamada “Ordinary peopleâ€, de 18 minutos de duración, en la que repasa situaciones casi como en un talking blues, entre su guitarra con distorsión marca registrada y estallidos de caños en un riff denso y maravilloso. A su lado, “No hidden pathâ€, el otro track largo del disco (14 minutos), es apenas la “canción excusa†de Young para embarcarse en sus excursiones al lado desconocido de la guitarra eléctrica. El álbum cierra con la bella “The wayâ€, un vals que el canadiense canta acompañado por un coro infantil.
Revival es, desde el mismo tÃtulo, la reconciliación de Fogerty con su pasado en Creedence Clearwater Revival. Y se da en un contexto en el que el sello Fantasy (donde grabara con esa banda) fue comprado por otra compañÃa que, en lugar de enjuiciar al cantante y guitarrista, corrió presurosa a hacer las paces con él. Por eso, como Young con lo de arder antes que desvanecerse, sigue su propio consejo, que viene en “Creedence songâ€: “No podés equivocarte si tocás un poco de esa canción de Creedenceâ€, canta. En realidad, Fogerty nunca habÃa abandonado el sonido CCR, entre el pantano y el cemento rockeros, pero en Revival recupera el ojo clÃnico para describir ideales (“Don’t you wish it was trueâ€), homenajear a su generación (“Summer of loveâ€) y castigar a los responsables de la “larga noche oscuraâ€: si en los ’60 le pegaba a Nixon, ahora ataca a Bush y Cheney en la notable “Long dark nightâ€. Y todo con la marca del rock and roll en el orillo, ésa con la que sueñan sus imitadores de todas las épocas.
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