Desde Cordoba
El apogeo de la represi贸n en C贸rdoba comenz贸 antes del golpe. Las bandas policiales ten铆an asignado su coto de caza y el Departamento de Informaciones de la Polic铆a de la Provincia de C贸rdoba (D2) era su centro operativo. Ubicado en pleno centro de la ciudad 鈥揺ntre la catedral y el Cabildo Hist贸rico, a metros la plaza San Mart铆n鈥, en 2007 pas贸 a ser la sede del Archivo Provincial de la Memoria.
Esa vieja casona era el luctuoso reino que gobernaba la patota de azul, integrada por algunos de los imputados en la causa 鈥淕ontero鈥, en la que se investigaron los tormentos inflingidos en 1976 a cinco polic铆as y al hermano de uno de ellos. Esta causa fue agrupada con otra mayor, denominada 鈥淯P1鈥, que juzg贸 a los responsables de 31 asesinatos de presas y presos pol铆ticos alojados en la Unidad Penitenciaria N潞1. Conocido como el juicio Videla, fue el juicio por delitos de lesa humanidad con m谩s imputados de la historia argentina.
En el banquillo de acusados se mezclaban polic铆as y militares. Salvo los rostros m谩s conocidos (Videla, Men茅ndez, Yanicelli), ninguno destacaba del resto. S贸lo una nota de color resaltaba entre los atuendos oscuros. Sentada en la segunda fila, Mirta Graciela 鈥淐uca鈥 Ant贸n rompi贸 la monoton铆a exhibiendo coloridos conjuntos primaverales. Esta polic铆a retirada intentaba construir una imagen femenina que resultaba forzada, tanto como cuando declar贸 su ocupaci贸n actual: 鈥渁ma de casa鈥.
Mirta Ant贸n ostenta la marca de ser la primera mujer acusada por estos cr铆menes en C贸rdoba. Su actuaci贸n en el D2 qued贸 grabada en el recuerdo y en el cuerpo de los detenidos. Pocas mujeres integraron la patota, y si esta diferencia puede establecerse desde una (siempre en cuesti贸n) referencia a la genitalidad, el caso de la Cuca resulta paradigm谩tico y profundamente complejo.
La primera vez que habl贸 frente al tribunal se present贸 con ir贸nicas evasivas. Ante la pregunta por su alias neg贸 haber usado el mote de Cuca y afirm贸: 鈥淭engo much铆simos apodos: Cheli, Tachula, Chechu... depende los amigos鈥. La importancia de los apodos no es menor: los represores se identificaban de ese modo ante sus v铆ctimas.
La caracterizaci贸n de los testigos fue recurrente. Sanguinaria y brutal, se ensa帽aba en las sesiones de tortura. En ese terrible 1976, Mirta Ant贸n ten铆a poco m谩s de 20 a帽os y estaba embarazada.
Una faceta oculta de la represi贸n fue denunciada por primera vez en el juicio Videla: los abusos sexuales que sufrieron las mujeres hab铆an sido clausurados por la verg眉enza y el dolor. Pero muchas sobrevivientes denunciaron haber sido sometidas a un r茅gimen que inclu铆a, como pr谩ctica sistem谩tica, violaciones acompa帽adas de insultos denigrantes a su condici贸n femenina. No se trat贸 de delitos de instancia privada, tuvieron un alto componente pol铆tico: anular y castigar el compromiso social y la militancia de la mujer. Esa perversi贸n genital no tuvo para la Cuca distinciones de g茅nero. Humberto Vera dej贸 en su declaraci贸n una imagen que conmovi贸 a toda la sala de audiencias: desnudo en su celda, debi贸 soportar que le aplastara los test铆culos con el taco alto de sus cuidados zapatos.
Gloria Di Rienzo estuvo poco tiempo detenida en el D2, el suficiente para que su memoria guardara hasta hoy la incomprensible figura de esa joven torturadora. 鈥溌縍ecuerda alguna mujer en el D2?鈥, le pregunt贸 el juez cuando brind贸 su testimonio. La respuesta tard贸 unos segundos: 鈥淪铆, cuando me torturaban ella ten铆a especial predilecci贸n por retorcerme los pezones鈥. Por esas lesiones pas贸 10 d铆as recuper谩ndose en el Policl铆nco Policial.
Charlie Moore fue un testigo clave. Mantuvo una ambigua relaci贸n con sus captores durante los a帽os que estuvo en el D2. Declar贸 por videoconferencia desde Londres que durante un tiempo fue trasladado con su mujer a la comisar铆a de Unquillo, y all铆 conoci贸 los peores tormentos: 鈥淣o nos daban de comer. A las chicas las ten铆an desparramadas, todo el tiempo las mojaban, dorm铆an en un charco de agua. Les hicieron un simulacro de fusilamiento. A M贸nica la picaneaban, era una tortura para m铆 y la Cuca se re铆a, estaba directamente enferma. Despu茅s nos llevaron al D2, cuando nos bajaron no pod铆amos ni caminar鈥.
Estas marcas en su prontuario prepararon a Mirta Ant贸n para otras acciones. Su desempe帽o le granje贸 el favor de la jerarqu铆a policial, que le asign贸 el trabajo sucio, incluso en democracia. Muchos la sindican como una de las encargadas de 鈥渓impiar鈥 a otros miembros de la fuerza que entorpec铆an al accionar represivo.
Ha sido mencionada en hechos de amenazas: un testigo de otra causa, el ex polic铆a Jes煤s Gonz谩lez, se suicid贸 horas antes del inicio del juicio Men茅ndez II para no incriminar con su relato a miembros del D2. En su tel茅fono, figuraban llamadas de la Cuca en los d铆as previos a que se quitara la vida.
El hermano de Mirta, Herminio Jes煤s 鈥淏oxer鈥 Ant贸n, fue instructor de la Polic铆a de C贸rdoba hasta hace s贸lo una d茅cada. Tambi茅n continu贸 su actividad con ligeras variantes: Germ谩n Kammerath, el recordado delf铆n menemista que lleg贸 a ser intendente de la ciudad de la mano de Jos茅 Manuel de la Sota, recorr铆a el trayecto que separaba su palacete de barrio privado hasta el palacio municipal con la escolta segura de Boxer.
Promediando el juicio, mientras hablaba el imputado Molina insistiendo en desacreditar testigos, Cuca fue presa de un efusivo llanto. La foto ocup贸 los diarios y Ant贸n habl贸 al otro d铆a: 鈥淪oy como una presa pol铆tica鈥. Dijo sentirse 鈥渕uy representada鈥 por los relatos de los ex presos, debido a la 鈥渃omida y atenci贸n m茅dica鈥 que recib铆a en la c谩rcel. Su rechazo al presidio es reconocido por miembros del Servicio Penitenciario. Una trabajadora social que asiste al penal oy贸 sus amenazas en una pelea con otras presas: 鈥溌i ya me cargu茅 a 8 no voy a tener problemas en llevarme puesta una m谩s!鈥.
En la tarde del mi茅rcoles 22 de diciembre escuch贸 el dictamen del tribunal. Cuando lleg贸 su sentencia, levant贸 el largo cuello mirando alrededor con un mezcla de alivio y satisfacci贸n. La querella representada por los abogados Hugo Vaca Narvaja y Mar铆a Elba Mart铆nez hab铆a pedido para Mirta Ant贸n dos d茅cadas de reclusi贸n por 鈥渢ormentos agravados y privaci贸n ileg铆tima de la libertad鈥. El juez Jaime D铆az Gavier redujo la pena a 7 a帽os. En medio del festejo generalizado y la conmoci贸n que se viv铆an en la sala, algunos de los presentes alcanzaron a verla mientras los imputados se levantaban para retirarse. Dicen que se dio vuelta y dirigi茅ndose al p煤blico ensay贸 un r谩pido aplauso. Quiz谩 el 煤ltimo gesto p煤blico antes de encaminarse a su celda en la Unidad Penitenciaria de Mujeres de Bouwer.
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