Viernes, 2 de julio de 2004
desaforadas
Por Moira Soto

Estaba cantado que de modositas nada, aun antes de que entonaran deliciosas, delirantes, ingeniosas versiones de Lo dudo, Mis cosas favoritas, Tienes eso, Tengo y otros temas ajenos y propios. O de que se apropiaran de alguno ajeno: tal el caso del de La novicia rebelde -vilmente engañada con unas muñecas barbies fotografiadas por Carmen Almarza, tan obscenas como las de la norteamericana Felicia Rosshandler–, para reformarle la letra con tanto veneno que dejan chiquita a Paquita la del Barrio, esa mexicana aguerrida que canta cosas como “Arrástrate de rodillas, te quiero ver llorando sangre/ Como perro suplicando, pidiéndome compasión/ Te aplastaré como a un gusano”. Porque en este show, la novicia traicionada le prepara al infame galletitas con lagañas, mocos, saliva y sudor, y encima “flujo oxidado por el desamor”. No contenta, quiere llenarle “la boca de arenas,/ en la bañera tirarte pirañas/ para que sientas en carne el dolor/ de compartirte con otra mi amor”. Entre otros tormentos, la vengadora planifica “depilarte con cera marrón/ los genitales de un solo tirón”.
AsĂ son estas chicas desaforadas, con todo el tupĂ© posible pero capaces de tomarse el pelo, la peluca y hasta el vello pĂşbico (una, en el rol de diva sexy que accede a un reportaje, confiesa tener “pedos vaginales”). Virginia Kaufmann y Griselda Siciliani se han ganado una alborozada bienvenida al cada vez más poblado club de chicas chanceras, irreverentes y creativas que hacen humor sobre las tablas (y a las que raras veces el cine o la TV –menos todavĂa la radio– les dan un espacio para sus divertidos desatinos). Siciliani y Kaufmann saben actuar, cantar y bailar, y nadie dirĂa que antes de desmadrarse en Tan modositas pasaron, entre otros laburos, por espectáculos infantiles (de MidĂłn, además de sobrevivir juntas con entereza a Pipo Pescador). Ahora hacen este show de humor renegado que ellas solitas inventaron, coreografiaron, dirigieron y actualmente interpretan con coros de risas (no grabadas sino espontáneas del pĂşblico asistente).
Las asĂ llamadas Modositas –un dĂşo que amenaza con nuevos y sangrientos espectáculos– se empecinan en revelar el lado siniestro de las cosas de la vida, la otra cara del amor, en retorcer y exprimir los lugares comunes de la feminidad. Aunque en el fondo les quedan algunos gramos de ternura que aplican a una versiĂłn de Ding Dong, de Leonardo Favio, donde hacen la fonomĂmica refrescando el valor de una letra de rebosante inocencia, irresistibles frases hechas, con referencias culturales fechadas a la que añade un toque de extrañeza que Griselda haga a un falso varĂłn enamorado. En cambio, en Tengo, el mundo de sensaciones de Sandro da pie para que dos ochenteras que en las fotos proyectadas aparecen como muy pacifistas de grin pis, en carne y hueso, se destapen desbordantes de violencia.
Chicas terribles en la huella de Gabriela Acher, las Gambas, Juana Molina, las Hermanas Nervio, las Ricuritas y tantas otras desmadradas locales, las Modositas brillan especialmente en dos nĂşmeros logradĂsimos: Dobladas al español, protagonizado por dos siamesas unidas de lado, con dos brazos, tres piernas, enfundadas en un enterizo ad hoc que cantan algo de Bárbara y Dick y juegan con el tema del doblaje, de ser cada una la doble de la otra, los acentos latinoamericanos, y el tener un solo corazĂłn y una sola vagina. El otro sketch es Zarpadas en prĂłceres, con las intĂ©rpretes vestidas de damas patricias, una en silla de ruedas por culpa de su manĂa de tener sexo en las vĂas del tren, la otra componiĂ©ndole la cumbia El pete tumbero” (“Mecha, aunque ahora estĂ© lisiada/ siempre te gusto pasteurizada”). Kaufmann y Siciliani hacen reĂr por cuenta propia, con intrepidez y eficacia, adecuadamente ataviadas por Marilina e iluminadas por Mariano Moruja.
Tan modositas, en el Teatro de la Comedia, RodrĂguez Peña 1062, los viernes a las 22, a $ 10 (con un trago de yapa).
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